Un año sin tragedias viales: Helsinki logra algo que parecía imposible

La capital finlandesa concluyó julio sin registrar ninguna muerte por accidentes de tránsito en los últimos 12 meses, gracias a una apuesta firme por calles más seguras, transporte público robusto y control tecnológico.

Mundo07 de agosto de 2025Alejandra LarreaAlejandra Larrea
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Un año sin tragedias viales.

Durante décadas, la ciudad de Helsinki arrastró estadísticas similares a las del resto de Europa: muertos en accidentes, peatones atropellados, ciclistas vulnerables, cruces peligrosos, velocidades excesivas y familias destruidas por un sistema de tránsito hostil. Sin embargo, el último informe oficial confirmó un hito que cambió la historia: la capital finlandesa lleva exactamente un año completo sin registrar ninguna víctima fatal en sus calles. Doce meses sin muertes viales. Una marca que parecía irrealizable incluso para ciudades modelo. El cambio no fue casual. Fue el resultado de una política pública sostenida, planificada y ambiciosa que rediseñó la manera de moverse, pensar y vivir el espacio urbano.

La transformación comenzó con la decisión de reducir drásticamente los límites de velocidad en zonas residenciales, centros urbanos, avenidas cercanas a escuelas y espacios de alta circulación peatonal. Muchas calles pasaron de permitir 50 kilómetros por hora a solo 30. Esa decisión estructural alteró la dinámica de todo el sistema. En paralelo, se invirtió masivamente en transporte público. Se incorporaron más unidades de buses y tranvías, se rediseñaron recorridos para acortar tiempos y se priorizó la movilidad colectiva frente al vehículo particular. A menor velocidad y con más opciones de transporte seguro, la ciudad redujo su dependencia del automóvil, y con ello también los riesgos.

Pero el punto clave fue el rediseño físico del espacio urbano. Calles más angostas para los autos, ciclovías protegidas con separadores reales, cruces peatonales elevados, semáforos inteligentes y mayor presencia de señalética horizontal clara. Cada rincón de la ciudad fue repensado con una premisa básica: proteger al cuerpo humano en caso de accidente. Se trató de una inversión cultural tanto como material. La lógica punitiva también jugó su papel. Cámaras de detección de velocidad, patrullaje selectivo y multas efectivas ayudaron a sostener el cumplimiento de las nuevas normas, pero sin caer en un régimen represivo. El objetivo fue generar conciencia, no miedo. La idea de que cualquier error humano no debía costar una vida se volvió el núcleo del sistema. Y funcionó.

El contraste con el pasado es abrumador. A principios de los años ochenta, Helsinki reportaba más de treinta muertes por año en accidentes de tránsito. Esa cifra fue bajando lentamente durante las décadas siguientes, pero nunca había llegado a cero. Hoy no solo no se registran muertes. También se reporta una fuerte caída en la cantidad total de siniestros. Las cifras marcan una baja a menos de 300 incidentes anuales, en una ciudad que moviliza cientos de miles de personas cada día. No es magia. Es política pública basada en datos, planificación y voluntad.

El contexto europeo también acompaña. La Unión Europea impulsa hace años la iniciativa conocida como “Visión Cero”, un plan para erradicar las muertes viales en todo el continente. Pero Helsinki logró llegar a la meta mucho antes que otras capitales más grandes y complejas. Su tamaño moderado y su geografía colaboraron, pero lo decisivo fue el enfoque: poner al peatón en el centro, asumir que la calle no es un campo de batalla y que ninguna vida debe ser el precio de la velocidad.

A pesar del logro, las autoridades son cautelosas. El auge de nuevos modos de transporte, como monopatines eléctricos y bicicletas eléctricas, plantea desafíos adicionales en términos de convivencia vial, nuevas reglas y regulación tecnológica. La ciudad no se detiene. Continúa ajustando, evaluando y pensando nuevas estrategias. El objetivo ahora es sostener el hito, convertirlo en la norma y mostrarle al mundo que una ciudad sin muertes en tránsito no solo es deseable, sino posible.

Helsinki acaba de demostrar que las tragedias viales no son inevitables. Que el asfalto no tiene por qué ser sinónimo de riesgo. Que el espacio urbano puede ser seguro, humano y compartido. Un año sin muertes no es solo un dato. Es una victoria ética. Un mensaje a todo el planeta.

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