China bajo alarma: brote de chikungunya desata estrategia de contención férrea

La provincia de Guangdong registra más de 7 000 casos de chikungunya, un virus que causa fiebre y dolores articulares agudos. El Gobierno chino activó medidas duras, incluidas fumigaciones, drones, mosquiteros y multas para frenar la propagación.

Mundo07 de agosto de 2025Alejandra LarreaAlejandra Larrea
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Brote de chikungunya.

El brote de chikungunya que sacude el sur de China genera alarma y movilización. En pocos días, más de 7 000 personas fueron diagnosticadas con esta enfermedad viral, concentrándose principalmente en Foshan, un gran centro manufacturero de la provincia de Guangdong. Ante la propagación veloz del fenómeno, las autoridades desplegaron un operativo inspirando temor y determinación a partes iguales.

Las calles se convirtieron en escenario de una acción masiva: se rociaron nubes de desinfectante, se instalaron mosquiteros en espacios públicos y hospitales, y se movilizaron drones para detectar aguas estancadas donde proliferan los mosquitos transmisores. La vigilancia alcanzó niveles extremos: se aplicaron multas de hasta 10 000 yuanes a quienes no eliminaran esos criaderos, y en algunos casos se suspendió el suministro eléctrico a viviendas. Paralelamente, expertos liberaron peces que comen larvas de mosquito y despertaron insectos predadores como parte del plan biológico de control.

Los pacientes confirmados debieron permanecer al menos una semana en centros médicos equipados con habitaciones protegidas, mientras que al principio se aplicaron cortas cuarentenas domiciliarias. Estas comenzaron a levantarse, conscientes de que la enfermedad no se transmite entre personas, sino por mosquitos. El viejo fantasma del COVID reapareció en tácticas propias de esa pandemia: vigilancia estricta, acción rápida, protocolos rígidos, con la diferencia de que el objetivo ahora es detener un mosquito, no un virus entre humanos.

La presión internacional también subió de tono: Estados Unidos emitió una advertencia de viaje para la zona de Guangdong, donde se encuentra Foshan. Las recomendaciones se centraron en el uso de repelentes, ropa protectora y mosquiteros para bebés. De fondo, el brote pone en relieve la vulnerabilidad de una población que probablemente nunca antes había estado expuesta al chikungunya. La ausencia de inmunidad colectiva fue clave en su acelerado avance.

La alarma no es menor: los síntomas se manifiestan con fiebre, intensos dolores articulares y erupciones, y, aunque la enfermedad no suele ser fatal, puede paralizar a quienes la padecen por días. Sin tratamientos antivirales específicos, el control se concentra en la prevención. La combinación de tácticas químicas, biológicas, tecnológicas y comunitarias conforma una respuesta integral que busca limitar el daño, aunque el aire de crisis sigue presente.

Este brote no solo refleja un desafío sanitario. También pone en evidencia cómo China aplica hoy estrategias de control extremo ante emergencias médicas, sin vacilar entre logística y autoridad. En un contexto global marcado por la vigilancia epidemiológica pospandémica, el brote de chikungunya en Guangdong es una advertencia. El mosquito puede no ser un avión, pero su impacto también puede derrumbar vidas.

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