León XIV es el nuevo Papa con la esperanza de continuar el legado de Francisco

Tras cuatro votaciones, los cardenales eligieron al sucesor del jesuita y nuevo líder de la Iglesia Católica.

Mundo08 de mayo de 2025Alejandra LarreaAlejandra Larrea
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Leon XIV

Una elección histórica que trasciende fronteras

Por primera vez en la historia moderna, un estadounidense ha asumido el trono de Pedro. La elección de Robert Francis Prevost como León XIV ha generado una conmoción que va más allá del ámbito eclesiástico. Con raíces multiculturales —hijo de padre franco-italiano y madre sudamericana—, el nuevo pontífice simboliza la universalidad de la Iglesia en el siglo XXI.

Prevost, con una trayectoria pastoral marcada por su profunda conexión con América Latina, fue misionero durante tres décadas en Perú, donde no solo ganó la nacionalidad peruana, sino también un fuerte vínculo con las comunidades más humildes. Su paso como obispo de Chiclayo consolidó su perfil de pastor cercano y sensible a las problemáticas sociales.

Su elección no fue casual. En un contexto mundial donde la Iglesia enfrenta múltiples crisis internas y externas, la figura de un líder experimentado, con visión internacional y formación académica sólida, resultó clave para lograr el consenso necesario dentro del cónclave.

El nombre elegido por el nuevo Papa no es menor. Al optar por León XIV, Prevost envía un claro mensaje: busca establecer continuidad con los pontífices que en su momento abordaron cuestiones sociales urgentes. León XIII, por ejemplo, fue quien planteó la primera gran doctrina social de la Iglesia. En esa línea, León XIV parece proponerse recuperar esa tradición en tiempos de creciente desigualdad global.

 
Un cónclave veloz en medio de grandes tensiones globales

La elección se realizó con notable rapidez. El cónclave comenzó el 7 de mayo de 2025 y para la cuarta votación, al día siguiente, ya se había alcanzado el acuerdo necesario. La fumata blanca emergió a las 18:07 horas ante una Plaza de San Pedro colmada de fieles expectantes.

Pese a la celeridad del proceso, los desafíos para llegar al consenso no fueron menores. La Iglesia se encuentra en un momento de fuertes tensiones ideológicas internas. Mientras algunos sectores presionaban por un perfil más conservador que corrigiera lo que perciben como "excesos" del papado de Francisco en términos de apertura y diálogo interreligioso, otros defendían la necesidad de continuar por la senda reformista.

León XIV surgió como una figura de equilibrio. Su perfil pastoral, su conocimiento profundo de las realidades del hemisferio sur y su estilo dialogante convencieron a los electores de que era el indicado para liderar en tiempos convulsos.

El gesto inicial de su pontificado fue contundente. Salió al balcón del Vaticano sonriente, agradeció en varios idiomas —incluido un afectuoso saludo en español— y llamó a la unidad de los pueblos y las religiones. No hubo estridencias, pero sí un tono firme en su llamado a "no temerle a la paz".

 
Una agenda cargada de desafíos estructurales

León XIV asume el papado en uno de los períodos más delicados para la Iglesia Católica en décadas. La pérdida de fieles en Europa y América del Norte, las secuelas de los escándalos por abusos, el avance de la secularización y las disputas internas por el rumbo doctrinal son algunos de los temas que marcarán su gestión.

En ese marco, su elección de nombre adquiere aún más relevancia. Si León XIII se abocó a enfrentar la cuestión social en plena revolución industrial, León XIV parece decidido a encarar los dilemas de una era definida por la inteligencia artificial, la desigualdad global y las tensiones geopolíticas.

En sus primeras palabras dejó entrever algunas prioridades: trabajar por los más pobres, fortalecer la transparencia dentro del Vaticano y seguir impulsando la reforma iniciada por Francisco en términos de descentralización y modernización de la curia.

Sin embargo, las resistencias no serán menores. Ya en los pasillos vaticanos se especula con la incomodidad de los sectores ultraconservadores que esperaban un freno al avance de posturas más aperturistas. León XIV deberá lidiar con esta interna sin romper el delicado equilibrio de fuerzas que mantiene a la Iglesia cohesionada.

 
Un Papa con los pies en América Latina y la mirada en el mundo

El perfil latinoamericano de León XIV no es solo anecdótico. Su conocimiento profundo de las problemáticas de la región —desigualdad, violencia, migración, exclusión social— le otorga una perspectiva única dentro del Vaticano.

No es casual que en su primer discurso haya dedicado unas palabras emotivas a su "querida diócesis de Perú", a quienes definió como "los más humildes y queridos en su corazón".

A diferencia de sus predecesores europeos, León XIV no llega desde los palacios aristocráticos ni desde los grandes centros académicos del viejo continente. Su formación en la calle, en las comunidades pobres de América del Sur, marcará inevitablemente su pontificado.

Esto podría implicar una vuelta a las raíces del cristianismo primitivo, con un foco puesto en los marginados y en el anuncio del Evangelio como buena noticia para los pobres.

Al mismo tiempo, su nacionalidad estadounidense y su vasta experiencia internacional le brindan herramientas para tender puentes con potencias globales y convertirse en un actor de relevancia en escenarios internacionales complejos como la guerra en Ucrania, las tensiones en Medio Oriente o la disputa comercial entre China y Occidente.

 
La gran incógnita: ¿hasta dónde llegará su audacia?

Si bien sus primeras señales han sido de moderación y búsqueda de consensos, muchos se preguntan hasta dónde estará dispuesto a llegar León XIV en materia de reformas.

Durante el papado de Francisco quedaron pendientes temas sensibles como el rol de la mujer en la Iglesia, la apertura al sacerdocio de hombres casados en regiones con grave escasez de clero y la cuestión de los divorciados vueltos a casar.

León XIV podría optar por la prudencia, consolidando lo ya avanzado, o bien lanzarse a nuevas transformaciones que podrían alterar profundamente la estructura eclesial.

En este sentido, la elección de un papa con fuerte impronta pastoral puede ser interpretada como una apuesta por un liderazgo menos centrado en las grandes definiciones doctrinales y más enfocado en la vida cotidiana de los fieles.

No obstante, nadie descarta que, ante la presión de la realidad, León XIV se vea obligado a adoptar decisiones que sacudan los cimientos del Vaticano.

 
Una Iglesia que busca reinventarse sin perder su esencia

La llegada de León XIV se da en un momento clave para la Iglesia Católica. Tras los pontificados de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, cada uno con estilos y prioridades diferentes, se abre una nueva etapa en la que la búsqueda de equilibrio parece ser la consigna central.

La Iglesia necesita modernizarse para seguir siendo relevante en un mundo que cambia vertiginosamente. Pero al mismo tiempo debe conservar su identidad, sus tradiciones y su misión espiritual.

León XIV encarna esa tensión. Con los pies en la realidad de los más humildes, pero con la cabeza puesta en los grandes debates globales, el nuevo Papa tendrá la difícil tarea de guiar a la Iglesia en un sendero que evite tanto el inmovilismo como la ruptura.

Su elección ha sido recibida con esperanza, pero también con cautela. El tiempo dirá si su pontificado será recordado como un período de transición prudente o como la chispa que encendió una renovación profunda y duradera.

Prevost tiene 69 años y es el Prefecto del Dicasterio para los Obispos, líder o jefe de uno de los departamentos de la Curia Romana. Fue nombrado cardenal por el mismo Francisco en 2023. Desarrolló una labor misionera en Perú, país en donde vivió unos 18 años, y ocupó el cargo de prior general de la Orden de San Agustín. Fue miembro de varios organismos vaticanos y proclamado cardenal en 2023.


 

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