Trump, negocios y olvido: gira por Oriente Medio marcada por la omisión de Israel y un abrazo a los petrodólares

Donald Trump inició una gira por Oriente Medio cargada de contratos multimillonarios, declaraciones explosivas y una incomodidad silenciosa: el estrecho abrazo con el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salmán. Mientras cosecha inversiones y promueve una "Riviera en Gaza", el expresidente estadounidense evita hablar de democracia, derechos humanos o del periodista descuartizado en un consulado.

Mundo13 de mayo de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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Trump en Qatar

Riad, los dólares y el perdón implícito

El exmandatario fue recibido en el Palacio Real de Riad con honores. No fue solo: lo acompañaron empresarios influyentes, entre ellos Elon Musk, en una puesta en escena digna de una cumbre económica global. La estrella del viaje no fue una declaración de paz, sino los números: Arabia Saudita anunció inversiones que podrían llegar al billón de dólares en la economía estadounidense.

Trump habló de “una relación sin precedentes”, de “visión compartida”, y de “alianzas estratégicas del siglo XXI”. Pero no mencionó una sola vez a Jamal Khashoggi, el periodista saudí asesinado y desmembrado en 2018 por orden —según la CIA y múltiples informes— del mismo príncipe que ahora le estrecha la mano.

Este silencio no es nuevo. En su primer mandato, Trump ya había minimizado el crimen para no alterar el negocio armamentístico con Arabia Saudita. Pero el regreso a escena con abrazos y alfombra roja en Riad, sin siquiera un gesto simbólico de distancia o reparo, confirma que los derechos humanos no figuran en su agenda, y que el petróleo puede más que la memoria.

 
Gaza como “Riviera”: la fantasía colonial

Durante su gira, Trump reflotó su propuesta de transformar la Franja de Gaza en una “Riviera del Medio Oriente”, una idea que combina delirio inmobiliario con un sinceramiento brutal de la visión colonizadora de algunos sectores del poder global. El plan, según su versión, consistiría en “trasladar a los palestinos a otros países vecinos” y convertir la devastada franja en un polo turístico de lujo.

El hecho de que semejante declaración no haya generado una crisis diplomática mayor habla tanto del cinismo internacional como del blindaje político que goza Trump. Aunque más tarde aclaró que no se forzará el plan, la idea fue condenada por múltiples actores internacionales y calificada como una forma de limpieza étnica solapada.

La omisión de Israel en la gira, además, no pasó inadvertida. El silencio sobre el principal aliado regional de EE.UU. sugiere tensiones nuevas o, al menos, un intento de Trump por reordenar el mapa geopolítico a su imagen y semejanza: negocios primero, aliados después.

 
El rehén liberado y la puesta en escena

En un hecho sorpresivo, durante la gira se produjo la liberación de Edan Alexander, el único rehén estadounidense en manos de Hamás. El gesto, presentado como una muestra de “buena voluntad” hacia Trump, fue interpretado como una operación diplomática por fuera de los canales tradicionales, sin intervención israelí.

La escena recuerda a otras jugadas de alto impacto mediático que Trump desplegó durante su primer mandato: negociaciones con Corea del Norte, visitas a líderes enemigos, pactos firmados a las apuradas. En este caso, la liberación del rehén suma puntos a su campaña electoral y refuerza su narrativa de líder global influyente.

Pero el trasfondo es más complejo: si los contactos con Hamás se hicieron por canales paralelos, ¿qué implicancias tiene esto para la política exterior estadounidense? ¿Está Trump operando por fuera del Departamento de Estado incluso siendo presidente en ejercicio? Las preguntas quedan sin respuesta.

 
Turquía, Ucrania y el juego de mediador

La gira también incluyó una declaración inesperada: Trump se ofreció a participar como mediador en las negociaciones entre Rusia y Ucrania, que se desarrollan con Turquía como anfitrión. Zelenski respondió positivamente, calificando la propuesta como “una idea correcta”.

El gesto podría interpretarse como una jugada para reposicionarse globalmente. Sin embargo, resulta contradictorio que el mismo líder que abrazó al príncipe acusado de asesinar un periodista se ofrezca como garante de paz. La política internacional de Trump, como en su primer mandato, sigue siendo una mezcla de pragmatismo brutal, narcisismo y show televisivo.

 
Política exterior sin brújula moral

La gira de Trump por Oriente Medio fue, en definitiva, una exhibición de poder económico sin ataduras éticas. Los acuerdos millonarios con los regímenes más autoritarios del Golfo, la omisión deliberada del tema de los derechos humanos, la propuesta de expulsar palestinos y las tensiones con Israel configuran una política exterior que prescinde de brújula moral.

El vínculo con Mohamed bin Salmán —estrechado sin reparos— es la imagen más clara de esa doctrina: lo que importa es el negocio. Lo que molesta, se silencia. Lo que duele, se olvida.

Trump ha demostrado que, para su proyecto, el mundo es un tablero donde la memoria es prescindible, la ética es opcional y los principios solo sirven si no obstaculizan los contratos.

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