Fentanilo global: la droga que arrasa ciudades y empieza a enraizarse en las villas argentinas

Mientras Argentina lidia con los efectos de un lote contaminado en hospitales, en otras regiones el fentanilo ya no es solo una sustancia médica, sino una epidemia social. Desde Estados Unidos a México, pasando por Canadá, Brasil y sectores marginales del Cono Sur, este opioide sintético muta de anestésico a herramienta letal de los narcos. Y señales incipientes muestran que el fenómeno ya empieza a plantar bandera en villas del conurbano y de Rosario.

Actualidad17 de mayo de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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Fentanilo

Un veneno disfrazado de analgésico

El fentanilo es un opioide 50 veces más potente que la morfina y 100 veces más que la heroína. En medicina, se utiliza en cuidados paliativos, anestesia y terapia intensiva. Pero en el mercado ilícito, es la base de una nueva generación de drogas letales, más baratas y más difíciles de rastrear.

La crisis comenzó en Estados Unidos, donde el fentanilo sintético —fabricado en China y México— fue mezclado con heroína, metanfetamina o pastillas falsas. Desde 2017, más de 300.000 personas murieron por sobredosis de fentanilo en ese país. Ciudades como Filadelfia, San Francisco y Vancouver son el epicentro de la devastación.

En el barrio Kensington (Filadelfia), por ejemplo, el uso masivo de fentanilo transformó zonas enteras en campos de concentración vivos, donde cientos de adictos consumen a la vista de todos, con cuerpos semiparalizados por la droga, en lo que ya se denomina “la epidemia zombie”.

 
Fentanilo callejero en América Latina: una bomba de tiempo

La expansión hacia América Latina es más reciente, pero ya visible:

En México, el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación comenzaron a fabricar fentanilo en laboratorios propios desde 2019. Hoy, son los principales exportadores hacia Estados Unidos y abastecen mercados internos en Baja California, Sonora y Ciudad Juárez.

En Brasil, las autoridades incautaron por primera vez fentanilo en São Paulo y Río de Janeiro en 2023, con advertencias sanitarias por consumo entre población marginal.

En Colombia, hay indicios de tráfico desde laboratorios clandestinos con precursores provenientes de Asia.

En Chile, la PDI emitió una alerta en 2024 por primeras incautaciones en zonas costeras.
En todos los casos, la mecánica es la misma: el fentanilo se mezcla con otras sustancias (cocaína, MDMA, LSD) sin que el consumidor lo sepa, lo que incrementa la adicción y multiplica las muertes.

 
¿Y en Argentina? Brotes, señales y territorios calientes

Aunque en Argentina el uso de fentanilo sigue siendo marginal en términos de consumo callejero, en los últimos tres años empezaron a detectarse indicadores alarmantes:

Zona oeste del conurbano bonaerense (Moreno, Merlo, José C. Paz): organizaciones narco comenzaron a ofrecer “paco reforzado” con trazas de opioides.

Puerta 8, en Tres de Febrero, fue escenario en 2022 de un caso con múltiples muertes por consumo de cocaína adulterada, donde si bien no se confirmó fentanilo, la alerta se encendió a nivel nacional.

En villa Las Flores (La Matanza), agentes de fuerzas federales detectaron restos de fentanilo en muestras tomadas tras varias internaciones por sobredosis.

Rosario: informes judiciales señalaron que en 2024 aparecieron dosis callejeras de una sustancia apodada “la anestesia”, presumiblemente compuesta por tranquilizantes veterinarios y fentanilo médico desviado.

No hay todavía un “mercado fentanilo” armado como en otros países, pero ya hay estructuras narco que comenzaron a testear el terreno, valiéndose de desvíos hospitalarios, robos de ampollas y circuitos de farmacias truchas.

 
¿Cómo llega el fentanilo a las villas?

En Argentina, el fentanilo no es producido clandestinamente. Su origen es el circuito legal, desde hospitales, droguerías y laboratorios, donde se filtran ampollas o se desvían lotes mediante robos, conexiones internas o falsas recetas.

Los tres principales canales de desvío detectados por autoridades sanitarias y judiciales son:

Robo hormiga en hospitales públicos (como el caso Paroissien en enero 2025).
Desvío desde droguerías habilitadas con documentación falsificada.
Venta ilegal en farmacias de frontera o cooperativas médicas.

Desde allí, la sustancia llega a laboratorios clandestinos que la rebajan, la mezclan o la encapsulan. En la calle aparece como “piedra reforzada”, “gotita negra”, “jeringa blanca” o directamente “fentanazo”.

 
Riesgo extremo: sin control ni reversa

El problema del fentanilo no es solo su potencia, sino que una dosis mínima mal medida mata. No existe forma de controlarlo en la calle. Y su efecto —una sedación total del sistema respiratorio— requiere intervención inmediata con naloxona, un antídoto que casi no se distribuye en Argentina.

A diferencia de la cocaína o el paco, donde la muerte suele ser progresiva, el fentanilo mata en segundos, especialmente cuando es consumido sin saber. Las víctimas no son sólo adictos crónicos, sino usuarios ocasionales, jóvenes o incluso personas medicadas de manera inadecuada.

 
¿Estamos a tiempo?

En este momento, Argentina se encuentra en la fase temprana de expansión del fenómeno. El escándalo de las ampollas contaminadas puede ser la advertencia de lo que vendrá si no se actúa:

Se necesita una red de control de precursores químicos más sólida.
El Estado debe rastrear sistemáticamente el circuito del fentanilo legal.
La Justicia debe investigar el desvío criminal antes de que las villas argentinas repitan lo que hoy vive Filadelfia.
El caso argentino es aún contenible, pero el reloj ya empezó a correr. Si la negligencia médica y la permisividad estatal se combinan con la lógica narco de los territorios vulnerables, el fentanilo no será solo un escándalo sanitario, sino el corazón de la próxima epidemia social.

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