Tensión y cruces: la interna peronista estalló en el cierre de listas

La disputa entre las principales líneas internas del PJ bonaerense tomó un giro agresivo durante el cierre de listas. Axel Kicillof y Máximo Kirchner se encontraron en un cruce de acusaciones que dejó al desnudo la fragmentación del espacio, mientras la provincia vive una semana de alta confrontación.

Política21 de julio de 2025Alejandra LarreaAlejandra Larrea
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Interna Peronista.

La madrugada del último sábado se transformó en escenario de un cruce sin precedentes dentro del peronismo bonaerense. Entre acusaciones de "psicopateadas" y "falta de códigos", los principales referentes enfrentaron una batalla por los lugares en las listas, en un clima de máxima tensión y exposición pública.

Con el reloj marcando el cierre, rumores de pases de factura se convirtieron en el centro del debate político. Sectores del ala camporista y del massismo desplegaron estrategias cruzadas para debilitar al gobernador Axel Kicillof, mientras este luchaba por consolidar su liderazgo ante la presión creciente de los Kirchner.

El conflicto se centró en la distribución de candidaturas en una provincia clave. Máximo Kirchner obtuvo 14 lugares "entrables", frente a nueve de Kicillof y seis del sector de Sergio Massa. El desequilibrio alimentó acusaciones de favoritismo y movimientos tácticos durante la negociación.

El término "psicopateadas" empezó a circular con fuerza en los pasillos de La Plata. Funcionarios del gobernador denunciaron presiones intensas y maniobras psicológicas para cambiar respaldos. Al mismo tiempo, desde La Cámpora se habló de "falta de códigos" para describir el grado de agresividad usado en las tácticas de negociación.

El cierre real de listas se extendió en varias horas debido a conflictos internos. Sectores del PJ gestionaron un acuerdo de madrugada para evitar una fractura definitiva. Las fuentes consultadas describieron largas horas de reuniones, llamados cruzados y negociaciones a último momento para contener a los representantes enfrentados.

Directamente involucrados, Axel Kicillof y Máximo Kirchner se convirtieron en símbolos del enfrentamiento. El primero debió resignar candidaturas clave para evitar un quiebre mayor, mientras el segundo consolidaba su control desde el ala más cercana a la vicepresidenta. Massa fungió como intermediario, buscando equilibrio, pero con resultados menguados.

La interna también impactó en intendentes y legisladores locales. Varios jefes comunales vieron caerse fichas o leerse señales de pérdida de respaldo oficial por no estar alineados con la línea Kirchner‑camporista. Esto generó reacomodamientos con réplicas en la presentación de nuevas listas alternativas en la región.

La escena del cierre muestra un peronismo en evolución: la vieja guardia, representada por el gobernador, cede terreno ante un ala más combativa y politizada. Esa fricción interna redefine la lectura del espacio para los sectores moderados y opositores, que analizan la posibilidad de capitalizar esas fisuras.

El impacto político va más allá del reparto de bancas. Las "psicopateadas" son vistas como un método de control, pero también un riesgo de fractura. El Gobierno provincial apuesta a que la unidad se mantenga hasta el 7 de septiembre. Pero muchos observadores advierten que la cohesión podría resquebrajarse si no se manejan con cuidado los reclamos pendientes.

La tensión quedó plasmada también en declaraciones públicas y mensajes filtrados. A mediodía, los voceros de Kicillof evitaron confrontaciones directas, mientras desde el entorno de Máximo Kirchner se puso el énfasis en la necesidad de límites en la negociación política. El equilibrio resultó precario.

La influencia de Milei y La Libertad Avanza se mantiene en segundo plano, pero no ausente. Observan el conflicto con atención, evaluando si ese encontronazo interno puede abrirles espacios o desgastar la figura del oficialismo de cara a la campaña.

La feroz interna que marcó el cierre de listas peronista dejó una herida abierta: códigos quebrados, reclamos públicos y un clima de desconfianza en el armado electoral provincial. Si bien el acuerdo de madrugada evitó una ruptura, lo sucedido puso en evidencia la fractura de horizontes dentro del PJ. Lo que comenzó como una batalla por nombres se convirtió en una demostración de poderío interno. Queda abierta la incógnita: ¿podrá el peronismo recomponer esa grieta antes de la elección, o será el punto de partida de una disputa más profunda?

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