Alianza en órbita: Irán y Rusia lanzan un satélite conjunto y desafían a Occidente

El satélite iraní Nahid‑2 fue puesto en órbita desde Rusia mediante un cohete Soyuz. El evento marca un nuevo capítulo en la cooperación tecnológica entre Moscú y Teherán, mientras crecen las tensiones globales.

Mundo25 de julio de 2025Alejandra LarreaAlejandra Larrea
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Satélite.

En medio de un mundo convulsionado por conflictos regionales, sanciones cruzadas y una creciente carrera tecnológica, Irán y Rusia dieron una nueva muestra de alianza estratégica. El satélite de telecomunicaciones iraní Nahid‑2 fue lanzado al espacio desde el cosmódromo ruso de Vostochny, consolidando un vínculo que ya trasciende lo diplomático y se inscribe en el terreno de la infraestructura crítica: el espacio.

El hecho ocurre en simultáneo con advertencias desde Estados Unidos e Israel sobre la posibilidad de que estos desarrollos tengan fines militares encubiertos. Pero para Moscú y Teherán, el mensaje es claro: la cooperación no solo continúa, se intensifica.

Detalles del lanzamiento

El satélite Nahid‑2 —desarrollado íntegramente por la Agencia Espacial de Irán— fue lanzado este jueves a bordo de un cohete ruso Soyuz 2.1b. La nave se ubicará en una órbita a unos 500 kilómetros de la superficie terrestre y tendrá una vida útil estimada de dos años.

La misión se completó con éxito y compartió viaje con otros dispositivos espaciales: dos satélites meteorológicos rusos de la serie Ionosfera-M y una decena de cubesats desarrollados por universidades y centros tecnológicos. Nahid‑2, de apenas 110 kilos, estará encargado de operaciones de telecomunicación y transmisión de datos.

Aunque presentado como un proyecto civil, su lanzamiento ha generado inquietud en gobiernos occidentales, que temen un uso dual: comunicaciones y potenciales ensayos balísticos encubiertos. La historia reciente del programa espacial iraní alimenta esas sospechas.

Una alianza que se proyecta al espacio

Rusia e Irán han profundizado sus relaciones en los últimos años. La guerra en Ucrania aceleró la necesidad de Moscú de buscar nuevos aliados frente al bloqueo económico de Occidente. Teherán, por su parte, encontró en el Kremlin un socio estratégico para sortear las sanciones impuestas por su programa nuclear.

Ambos países firmaron a principios de 2025 un acuerdo de cooperación en materia espacial, que contempla asistencia técnica, transferencia de tecnología y uso compartido de plataformas de lanzamiento. Este lanzamiento forma parte de ese convenio y es el segundo que incluye a satélites desarrollados en territorio iraní.

Desde el Kremlin se presentó el éxito del lanzamiento como una muestra de soberanía tecnológica conjunta. En tanto, la televisión estatal iraní lo celebró como “un día de gloria para la ciencia nacional”, dejando entrever que el programa espacial es ahora parte del orgullo nacional y un eje central del discurso de resistencia frente a las potencias occidentales.

Reacciones internacionales y miradas cautas

Desde Washington y Tel Aviv las reacciones no se hicieron esperar. Voceros del Departamento de Estado norteamericano advirtieron que cualquier cooperación en tecnología de lanzamiento entre Rusia e Irán “puede ser utilizada para el desarrollo de vectores balísticos de largo alcance”.

Israel, en tanto, acusó a Teherán de utilizar la fachada civil del programa Nahid para encubrir pruebas militares. La retórica no es nueva, pero se vuelve más sensible en el contexto actual: mientras Irán sigue enriqueciendo uranio a niveles cercanos al umbral nuclear, fortalece su presencia en el espacio.

El Consejo de Seguridad de la ONU aún no ha emitido un pronunciamiento sobre este nuevo episodio, pero se espera una escalada diplomática en los próximos días. Varios países europeos pidieron explicaciones sobre los fines reales del programa Nahid y la naturaleza exacta del convenio con Rusia.

Tecnología, defensa y un mensaje político

Más allá de las funciones técnicas del Nahid‑2, lo que está en juego es una narrativa de poder. Rusia e Irán, dos naciones castigadas por sanciones internacionales, se muestran capaces de competir en un terreno dominado históricamente por Estados Unidos, China y la Unión Europea.

El lanzamiento es también una forma de demostrar que pueden crear, lanzar y operar satélites propios sin necesidad de recurrir a proveedores occidentales. En un mundo que se fragmenta en bloques geopolíticos, la capacidad espacial ya no es solo una herramienta científica: es una declaración de autonomía.

El mensaje es claro: ni el aislamiento económico ni la presión internacional impedirán que estas potencias emergentes sigan desarrollándose. Y el espacio —ese antiguo símbolo del futuro— se convierte ahora en un campo de batalla simbólico.

Un futuro en clave multipolar

La puesta en órbita del Nahid‑2 representa más que un éxito técnico. Es un capítulo más en la consolidación de un orden mundial donde Rusia, Irán, China y otros actores desafían la hegemonía occidental no solo en lo económico o militar, sino también en los cielos.

Cada lanzamiento es también una provocación, una advertencia, una bandera izada más allá de la atmósfera. Mientras la NASA se concentra en volver a la Luna y SpaceX en conquistar Marte, los nuevos aliados del Este se fortalecen con satélites modestos pero estratégicamente calculados.

La Guerra Fría ya no se libra entre dos bloques estables. Hoy es fragmentada, digital y orbital. Y en esa lógica, el Nahid‑2 no es solo una pieza tecnológica: es un testimonio de hacia dónde giran los ejes del poder global.

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