LULA Y TRUMP RETOMAN CONTACTO: UN DIÁLOGO CORDIAL EN MEDIO DE LAS TENSIONES COMERCIALES

El presidente brasileño y el mandatario estadounidense mantuvieron una conversación telefónica en la que buscaron recomponer vínculos tras los aranceles impuestos por Washington. Lula pidió el fin de las tarifas y Trump habló de “nuevas oportunidades” entre ambos países.

Política06 de octubre de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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Lula Y Trump

El contacto entre Luiz Inácio Lula da Silva y Donald Trump marcó un hito inesperado en la diplomacia reciente. A pesar de sus diferencias ideológicas y de sus anteriores cruces verbales, ambos líderes mantuvieron una conversación telefónica de tono amable y con objetivos concretos: descomprimir la tensión comercial y abrir una nueva etapa de diálogo entre Brasil y Estados Unidos.

Durante poco más de media hora, los mandatarios repasaron la situación económica global, el impacto de los aranceles aplicados por Washington a las exportaciones brasileñas y las perspectivas de cooperación energética y tecnológica. Según trascendió, el presidente brasileño insistió en la necesidad de retirar las tarifas impuestas a productos del acero, el aluminio y el sector agrícola, que el gobierno de Trump reinstauró tras su regreso a la Casa Blanca.

Un diálogo entre pragmatismo y oportunidad

Aunque Lula y Trump representan modelos políticos opuestos —el primero un referente de la izquierda latinoamericana, el segundo un emblema del nacionalismo conservador—, el tono de la conversación fue sorprendentemente cordial. Ambos coincidieron en la conveniencia de “dejar atrás los malentendidos” y fortalecer la relación bilateral sobre bases pragmáticas.

Desde el entorno del mandatario brasileño trascendió que la charla fue solicitada por la Casa Blanca y que Trump se mostró interesado en avanzar hacia un “nuevo acuerdo comercial con condiciones más equilibradas”. Lula, por su parte, destacó la importancia de que Estados Unidos “reconozca a Brasil como un socio estratégico y no como un competidor industrial”.

En el plano político, la llamada también tuvo una lectura simbólica. Para Lula, significó un reconocimiento tácito de que Brasil mantiene peso en la agenda internacional; para Trump, una señal hacia el sur del continente en momentos en que busca ampliar su influencia geopolítica frente al avance de China.

Aranceles y tensiones económicas

El principal punto de fricción sigue siendo el frente económico. Washington mantiene un arancel del 40 % sobre productos siderúrgicos brasileños y restricciones adicionales sobre biocombustibles y carne vacuna. Brasil considera que esas medidas son “injustificadas” y afectan a miles de trabajadores en los estados de Minas Gerais, São Paulo y Río de Janeiro.

Durante la charla, Lula reiteró su pedido de eliminar esas trabas y advirtió sobre el impacto negativo en el comercio bilateral, que cayó un 18 % en los últimos meses. Trump, fiel a su estilo, evitó comprometerse de inmediato, pero aseguró que su equipo “analizará soluciones que beneficien a ambas economías”.

El mandatario norteamericano aprovechó la conversación para elogiar el potencial energético de Brasil, destacando sus reservas de litio, su matriz renovable y la producción de biocombustibles. También invitó a Lula a una próxima cumbre empresarial en Miami, en la que se buscaría avanzar en proyectos conjuntos con firmas tecnológicas y del sector automotriz.

Contexto político y proyección regional

La conversación ocurre en un momento en que ambos países atraviesan escenarios internos complejos. En Brasil, Lula enfrenta tensiones con el Congreso y presiones inflacionarias que erosionan su popularidad. En Estados Unidos, Trump intenta recomponer la economía tras meses de volatilidad financiera y enfrenta resistencias en el Senado para aprobar su programa de estímulo industrial.

Pese a ello, el llamado telefónico fue interpretado como un intento de ambos líderes por mostrarse en control del tablero internacional. En particular, Trump busca diferenciar su política exterior de la administración Biden, marcada por choques con América Latina y por una presencia cada vez menor en la región. Lula, en cambio, apunta a consolidar su papel como interlocutor global entre el norte y el sur.

El diálogo también tiene una lectura regional. Brasil intenta recuperar su liderazgo diplomático frente a México y Argentina, países que en los últimos años se disputaron protagonismo en foros internacionales. Con esta llamada, Lula envía el mensaje de que Brasil puede mantener vínculos constructivos tanto con Washington como con Pekín, en un delicado equilibrio entre potencias.

Un gesto con resonancia simbólica

Más allá de los temas económicos, la comunicación entre ambos líderes fue valorada como un gesto de distensión política. Trump recordó el encuentro informal que mantuvieron durante la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, donde ambos se saludaron brevemente y coincidieron en “mantener el respeto mutuo”. Lula, por su parte, aprovechó la ocasión para reiterar su compromiso con la “cooperación hemisférica” y la defensa de la democracia, una definición que en Brasil fue interpretada como una sutil alusión al bolsonarismo.

Aunque no hubo anuncios concretos, la diplomacia brasileña considera que el diálogo podría derivar en una visita oficial a Washington antes de fin de año. Sería la primera reunión formal entre ambos desde 2020, cuando Trump todavía era presidente y Lula se encontraba alejado del poder.

Un tablero en movimiento

El nuevo acercamiento entre Brasil y Estados Unidos coincide con el reposicionamiento de América del Sur en la política global. Con gobiernos de signos ideológicos diversos, la región busca equilibrar relaciones entre China, la Unión Europea y Estados Unidos. Lula entiende que el pragmatismo puede rendir frutos económicos, mientras que Trump apuesta a un hemisferio más alineado con su visión proteccionista.

En ese marco, la llamada telefónica entre ambos no fue un simple gesto diplomático: marcó el inicio de una fase de negociación donde el interés comercial se impone sobre las diferencias políticas. Si las conversaciones prosperan, podrían reabrirse acuerdos suspendidos durante la administración anterior y renovarse las expectativas de inversión bilateral.

El tono amistoso, sin embargo, no garantiza un cambio inmediato. Tanto Lula como Trump enfrentan presiones internas y electorales que limitan su margen de maniobra. Pero el solo hecho de que hayan retomado el contacto directo después de años de distancia política muestra que, en la diplomacia contemporánea, la conveniencia suele ser más fuerte que la ideología.

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