Trump declara que los días de Nicolás Maduro están contados y advierte sobre una posible intervención en Nigeria

El presidente estadounidense endureció su discurso y aseguró que el régimen venezolano “tiene los días contados”. Además, amenazó con intervenir militarmente en Nigeria por los ataques contra comunidades cristianas, generando tensión simultánea en América Latina y África.

Estados Unidos03 de noviembre de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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Trump

Donald Trump reactivó la tensión geopolítica con una doble advertencia que sacudió tanto a Caracas como a Abuja. En una entrevista televisiva, el mandatario estadounidense afirmó que los días de Nicolás Maduro en el poder “están contados”. Horas después, lanzó una amenaza directa al gobierno de Nigeria, advirtiendo que podría ordenar una intervención militar si no cesaban los ataques contra cristianos en ese país.

Las declaraciones, emitidas con su habitual tono desafiante, marcaron una nueva etapa en la política exterior de Washington: un giro hacia el intervencionismo selectivo, donde la retórica dura se traduce en presión directa y operaciones militares potenciales.

Venezuela bajo presión: “Los días de Maduro están contados”

En su entrevista, Trump aseguró que no descarta ninguna opción frente al gobierno de Nicolás Maduro. Sostuvo que no informará públicamente si planea un ataque, pero reafirmó que el tiempo del chavismo “se está agotando”.

El mensaje se dio en medio del despliegue de fuerzas estadounidenses en el Caribe, que incluye buques de guerra, aviones F-35 y un portaaviones nuclear. Oficialmente, se trata de una operación contra el narcotráfico, pero el discurso presidencial apuntó directamente al régimen venezolano.

Según Washington, Caracas se ha convertido en un centro de operaciones del crimen organizado regional, facilitando el paso de drogas y migrantes hacia Estados Unidos y colaborando con grupos como el Tren de Aragua.

La estrategia de Trump combina presión económica, sanciones diplomáticas y una presencia militar creciente. En los últimos meses, la inteligencia estadounidense intensificó su seguimiento sobre movimientos en la frontera con Colombia y el flujo marítimo desde puertos venezolanos.

Maduro, por su parte, respondió denunciando “provocaciones imperiales” y ordenó reforzar la defensa costera. Sin embargo, dentro del propio chavismo comenzaron a circular señales de desgaste y temor ante una eventual acción norteamericana.

Nigeria: el nuevo frente africano de Washington

Mientras América Latina seguía el cruce con Venezuela, Trump amplió el radio de tensión hacia África occidental. Desde su red social, acusó al gobierno nigeriano de “mirar hacia otro lado” ante la persecución de comunidades cristianas y advirtió que, de continuar los ataques, podría enviar tropas “armadas hasta los dientes”.

Estados Unidos mantiene bases logísticas en África y cooperación militar en la región del Sahel, pero nunca había amenazado directamente con intervenir en Nigeria, el país más poblado del continente y uno de los mayores productores de petróleo.

El gobierno nigeriano respondió con un mensaje de prudencia: aceptaría asistencia estadounidense en la lucha contra el terrorismo, pero sin violar su soberanía. Sin embargo, la declaración de Trump reavivó el debate sobre el rol de EE.UU. en África, un continente donde China y Rusia han ganado influencia a través de inversiones y acuerdos militares.

La advertencia también se leyó como un gesto político hacia la base cristiana del electorado republicano, que ve con alarma los ataques de milicias y grupos islamistas en zonas rurales del norte nigeriano.

Una doctrina de “intervención selectiva”

La coincidencia de ambas declaraciones no es casual. En Venezuela, Trump apela al discurso de la lucha contra el narcotráfico y la corrupción socialista. En Nigeria, al argumento de la defensa de la fe y la libertad religiosa.

El resultado es un patrón que algunos analistas definen como intervencionismo moral selectivo: operaciones o amenazas justificadas en valores específicos, más que en intereses estratégicos clásicos.

En el plano diplomático, la Casa Blanca apuesta a consolidar una imagen de autoridad global, incluso a costa de tensar alianzas. América Latina observa con cautela, temiendo un retorno a las políticas de “cambio de régimen”. En África, las cancillerías advierten sobre una posible reedición del unilateralismo militar de comienzos de siglo.

Ecos globales y consecuencias inmediatas

Las repercusiones fueron inmediatas. En América del Sur, varios gobiernos expresaron preocupación por el tono de las amenazas. En Europa, diplomáticos hablaron de un “regreso del lenguaje de la fuerza” en la política exterior estadounidense.

Rusia y China —aliados clave de Maduro— siguen de cerca los movimientos militares en el Caribe. Cualquier operación norteamericana podría derivar en un choque indirecto de potencias, con implicaciones que van más allá del continente americano.

En el caso de Nigeria, el temor es que las milicias locales utilicen las declaraciones de Trump para justificar ataques o movilizaciones. Una intervención extranjera en un país de 220 millones de habitantes podría tener consecuencias imprevisibles, tanto en seguridad como en energía.

Mientras tanto, el Departamento de Estado mantiene silencio operativo, limitándose a decir que “todas las opciones están sobre la mesa”. En los hechos, la diplomacia estadounidense parece haber sido desplazada por la comunicación directa y la amenaza pública como instrumentos de poder.

 
Trump, campaña y política exterior

La reactivación de estas tensiones ocurre en plena temporada electoral estadounidense. Trump intenta proyectar firmeza en el exterior, presentándose como el líder capaz de “restaurar el orden mundial” frente al caos heredado.

Su mensaje encuentra eco en sectores conservadores que reclaman acción frente a gobiernos autoritarios y persecuciones religiosas. Sin embargo, los críticos advierten que la combinación de amenazas verbales y despliegues militares puede derivar en conflictos de difícil salida.

En el caso venezolano, una ofensiva directa afectaría a toda la región sudamericana. En el nigeriano, podría involucrar a potencias rivales y encender el Sahel, una de las zonas más inestables del planeta.

El mapa de un mundo en tensión

Las dos advertencias condensan la nueva etapa de la política exterior norteamericana: un Estados Unidos que vuelve a proyectar fuerza, pero con un enfoque más ideológico que estratégico.

Maduro y Tinubu —los mandatarios de Venezuela y Nigeria— se convierten así en símbolos opuestos de la misma narrativa: el enemigo del hemisferio y el enemigo de la fe. En ambos casos, Trump coloca a su país como juez y ejecutor, marcando una línea roja que el mundo observa con atención.

En el horizonte inmediato, tanto Caracas como Abuja enfrentan semanas de incertidumbre. Y mientras las cancillerías buscan desactivar la escalada, la frase de Trump resuena en los dos continentes: “Los días están contados.”

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