Scott Bessent y la línea de swap con Argentina: qué significa realmente el respaldo financiero de Estados Unidos

El asesor del Tesoro norteamericano aclaró que no se trata de inversión directa en el país, sino de una línea de asistencia para estabilizar la economía. El anuncio reconfigura la relación de Argentina con los organismos internacionales y abre interrogantes sobre la sostenibilidad del ajuste.

Economía02 de octubre de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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Un anuncio con impacto inmediato

Las palabras de Scott Bessent, asesor clave del Tesoro de Estados Unidos, resonaron en los mercados y en la política local. Durante una entrevista, Bessent fue categórico: “No estamos poniendo dinero en la Argentina, le estamos dando una línea de swap”. La frase encendió debates porque puso en blanco y negro la naturaleza del acuerdo: no se trata de un flujo fresco de inversión privada, sino de un mecanismo financiero destinado a sostener la caja del Gobierno argentino y a enviar una señal de confianza al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a los acreedores.

El anuncio llega en un contexto de alta volatilidad: el dólar superó los 1.400 pesos, el riesgo país trepó por encima de los 1.200 puntos y los bonos soberanos encadenaron una semana negativa. En paralelo, el FMI le reclamó al Gobierno de Javier Milei “generar un amplio apoyo político para fortalecer la confianza en el programa de ajuste económico”. Es decir, el swap no se interpreta como un cheque en blanco, sino como una apuesta condicionada a la gobernabilidad y a la continuidad del ajuste.

 
Qué es una línea de swap

Una línea de swap es un instrumento de intercambio de divisas entre dos bancos centrales o entre un Tesoro y una autoridad monetaria extranjera. En la práctica, implica que la Reserva Federal o el Tesoro de Estados Unidos ponen a disposición dólares que la Argentina puede usar temporalmente, con la obligación de devolverlos en un plazo determinado y bajo condiciones específicas.

No se trata de inversión productiva ni de préstamos a largo plazo, sino de liquidez de emergencia para reforzar reservas y transmitir estabilidad. La diferencia con el swap vigente con China es que, en este caso, Estados Unidos busca garantizar que Argentina pueda cumplir con sus compromisos internacionales y evitar una crisis cambiaria que arrastre la región.

Para Bessent, este mecanismo es clave porque muestra que el Tesoro norteamericano se involucra de manera directa en sostener al Gobierno argentino, pero sin correr el riesgo de comprometer recursos permanentes. Es un salvavidas más político que económico, aunque con consecuencias inmediatas sobre el mercado cambiario.

 
El rol del Tesoro y del FMI

El FMI sigue siendo el principal acreedor de la Argentina, con más de 40.000 millones de dólares pendientes de pago. En las últimas semanas, el organismo endureció su postura: exigió mayor disciplina fiscal, reformas estructurales y, sobre todo, consensos políticos para sostener el programa. La frase de Bessent se interpreta como un complemento a ese pedido: Estados Unidos da respaldo, pero al mismo tiempo marca que no se trata de una apuesta ciega.

El Tesoro norteamericano juega un doble papel. Por un lado, envía una señal a los mercados para frenar la corrida contra el peso. Por el otro, condiciona al Gobierno argentino a mostrar resultados concretos. No es casualidad que el anuncio se haya dado en paralelo con la exigencia del FMI: ambos mensajes apuntan a lo mismo, consolidar la confianza y evitar que la Argentina vuelva a caer en default o en un colapso cambiario.

 
Impacto inmediato en los mercados

Tras la declaración de Bessent, hubo un efecto inmediato de moderación en los mercados financieros. El dólar paralelo frenó su escalada y los bonos recortaron parte de las pérdidas. Sin embargo, la reacción fue tenue: los inversores interpretan que el swap no resuelve los problemas de fondo, sino que compra tiempo.

El riesgo país se mantiene alto porque los acreedores temen que, sin reformas profundas y sin consensos políticos, la economía vuelva a caer en un círculo de desconfianza. La propia frase “no estamos poniendo dinero en Argentina” fue interpretada como un límite: Estados Unidos respalda, pero no arriesga capital en inversiones directas. El mensaje es claro: la carga de la credibilidad recae en el Gobierno de Milei.

 
El dólar, la inflación y las retenciones

El swap también se conecta con el debate interno sobre el dólar y las retenciones al agro. El Gobierno anunció medidas cambiarias que generaron malestar en los productores: mientras algunos exportaron sin retenciones, otros fueron alcanzados por nuevas cargas. La volatilidad del tipo de cambio sumó confusión y descontento en el sector más dinámico de la economía.

En este contexto, Bessent intentó transmitir calma al sostener que un dólar más alto no necesariamente es negativo, ya que favorece a los sectores exportadores. La declaración busca alinear el discurso oficial con la idea de que el tipo de cambio debe ser competitivo. Sin embargo, los productores agropecuarios advierten que la falta de previsibilidad en las reglas de juego los deja en desventaja y genera incertidumbre en plena campaña.

 
Antecedentes de swaps: de China a Estados Unidos

Argentina ya tenía experiencia con swaps, especialmente con China. Durante los últimos años, el Banco Popular de China habilitó el uso de parte de la línea de intercambio para reforzar las reservas del Banco Central. Esa herramienta permitió al país afrontar vencimientos con el FMI y estabilizar el mercado en momentos de crisis.

La diferencia con el acuerdo con Estados Unidos es política y simbólica. Con China, el swap tenía un trasfondo geopolítico: fortalecer la influencia del gigante asiático en Sudamérica. Con Estados Unidos, el swap busca marcar la orientación del Gobierno argentino hacia una alianza estratégica con Washington y condicionar el rumbo de la política económica.

La pregunta que surge es si este tipo de herramientas puede ser sostenible en el tiempo o si solo sirven como parche. La experiencia demuestra que los swaps no sustituyen reformas estructurales ni inversión genuina. Son, en el mejor de los casos, un puente.

 
La política interna: consenso o fractura

El FMI fue claro: para que el programa de ajuste funcione, el Gobierno necesita un “amplio apoyo político”. Esto significa acuerdos con la oposición, con los gobernadores y con los sectores productivos. Sin embargo, la dinámica política argentina muestra más fracturas que consensos.

En el Congreso, las tensiones entre oficialismo y oposición dificultan la aprobación de reformas clave. Los gobernadores reclaman fondos mientras ajustan sus presupuestos. Y la calle muestra signos de creciente conflictividad social por el impacto de la inflación y la caída del poder adquisitivo.

En este escenario, el respaldo del Tesoro norteamericano aparece condicionado: si no hay gobernabilidad, el swap no alcanza. La confianza no se construye solo con dólares prestados, sino con un horizonte político claro.

 
Implicancias geopolíticas

El anuncio también debe leerse en clave internacional. Estados Unidos envía un mensaje a China y a otros actores: Argentina es un país bajo su órbita de influencia. El swap se convierte en una herramienta de geopolítica tanto como de economía.

En Washington entienden que dejar a la Argentina librada a su suerte abriría la puerta a una mayor penetración china y rusa en la región. Por eso, el respaldo se da aunque el país tenga un historial de incumplimientos. Se trata de sostener un aliado estratégico en un momento de reconfiguración global.

La pregunta es si la Argentina sabrá aprovechar ese respaldo o si quedará atrapada en una disputa de poderes que trasciende sus fronteras.

 
El espejo de otras crisis

La estrategia de swaps no es nueva. En la crisis financiera global de 2008, la Reserva Federal extendió líneas de swap a varios bancos centrales para garantizar liquidez. En América Latina, México y Brasil fueron beneficiarios de estas herramientas. La diferencia es que esos países tenían marcos institucionales más sólidos y lograron estabilizar sus economías con rapidez.

Argentina, en cambio, enfrenta una situación más frágil: reservas netas negativas, inflación en niveles récord y un sistema político polarizado. La comparación muestra que, sin reformas de fondo, el swap corre el riesgo de ser solo un alivio momentáneo.

 
Escenarios futuros
De cara a los próximos meses, se abren tres escenarios posibles:

Escenario optimista: el swap refuerza reservas, el Gobierno logra consensos políticos y el FMI aprueba un nuevo desembolso. En este caso, la confianza se estabiliza y el país gana tiempo para encarar reformas más profundas.
Escenario intermedio: el swap da un respiro, pero los conflictos políticos y sociales erosionan la confianza. La economía se mantiene en un estado de fragilidad, con el dólar y la inflación presionando.
Escenario pesimista: el swap se agota rápidamente, no hay acuerdos internos y el FMI endurece su postura. En este escenario, el país enfrentaría un nuevo ciclo de crisis cambiaria y mayor conflictividad social.

El propio Bessent dejó entrever que todo dependerá de la capacidad de la Argentina para sostener el programa. Estados Unidos puede prestar dólares, pero no puede comprar gobernabilidad.

El mensaje de Scott Bessent es claro y contundente: Argentina no recibe inversión directa, recibe un salvavidas temporario. El swap es una herramienta útil, pero limitada. La verdadera prueba será política: generar consensos, mostrar disciplina fiscal y recuperar credibilidad.

El país se encuentra, una vez más, en la encrucijada entre aprovechar la oportunidad o repetir el ciclo de parches. Estados Unidos y el FMI observan atentos. Los mercados esperan señales. Y la sociedad, golpeada por la inflación y la recesión, aguarda respuestas concretas.

 
 

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