La Cámara que viene: LLA duplicará su poder, pero seguirá sin alcanzar el tercio

La Libertad Avanza se encamina a un crecimiento histórico en las elecciones del 26 de octubre y podría duplicar su presencia en Diputados. Sin embargo, no alcanzaría el tercio necesario para blindar vetos ni asegurar gobernabilidad sin alianzas. El Congreso que viene será un campo de negociación permanente.

Política14 de octubre de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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Congreso

Una mirada hacia las elecciones legislativas del 26 de octubre

Javier Milei se perfila como un fuerte competidor en las elecciones legislativas del 26 de octubre, con su bloque en Diputados proyectando un posible aumento significativo, duplicando su representación respecto al inicio del mandato. Sin embargo, este crecimiento no le otorgará el tercio necesario para proteger los vetos presidenciales ni garantizar gobernabilidad sin formar alianzas. A pesar de que Milei tendrá más influencia parlamentaria, su autonomía política seguirá limitada.

El Congreso experimentará una recomposición parcial que beneficiará al oficialismo, permitiéndole contar con una bancada más sólida y mayor visibilidad en provincias donde antes no tenía presencia. No obstante, este crecimiento no será suficiente para dominar la Cámara baja ni para asegurar el quórum necesario. La nueva composición del Congreso estará marcada por negociaciones, fragmentación y tensiones entre el núcleo libertario y los bloques más conciliadores.

Crecimiento sin control absoluto

Este año, 127 de los 257 diputados nacionales serán renovados. Desde el oficialismo, las proyecciones más conservadoras sugieren que La Libertad Avanza podría incrementar su representación de 37 a un mínimo de 61 y un máximo cercano a 78 legisladores. Este avance representaría un crecimiento histórico para un partido que, en solo dos años, ha pasado de ser una fuerza antisistema a convertirse en el centro de la discusión política nacional.

Sin embargo, aunque estos números son ambiciosos, no alcanzan para dominar la Cámara. Se necesita un tercio, es decir, 86 bancas, para bloquear iniciativas o mantener vetos. Ni en el mejor de los escenarios el oficialismo alcanzará esa cifra, lo que significa que, incluso tras una elección exitosa, Milei dependerá de aliados temporales para asegurar estabilidad legislativa.

El bloque libertario mantendrá un núcleo fiel encabezado por Gabriel Bornoroni, acompañado de nuevos legisladores provenientes de distritos grandes como Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. No obstante, la diversidad ideológica dentro de este espacio —que incluye liberales clásicos, sectores residuales del PRO, independientes provinciales y dirigentes con antecedentes peronistas— representará un reto para la cohesión interna.

La expansión en número no garantiza disciplina política. A diferencia de los primeros meses de su gestión, en los cuales los diputados oficialistas se alineaban con la dirección de Karina Milei y el ministerio del Interior, el nuevo escenario demandará más negociaciones tanto dentro como fuera del bloque.

El Congreso que Milei no controla

Al avanzar hacia la segunda mitad de su mandato, Javier Milei contará con más poder legislativo, pero enfrentará el mismo dilema que ha tenido desde su asunción: el Congreso no es de su propiedad. Su agenda de reformas estructurales, que incluye privatizaciones, apertura comercial y reducción del gasto público, seguirá dependiendo del diálogo con otras fuerzas políticas.

La idea de “gobernar por decreto” tiene límites constitucionales y políticos. Sin un tercio en Diputados ni una mayoría clara en el Senado, el presidente debe asegurarse de que sus vetos no sean revertidos por la oposición, lo que implica la necesidad de formar alianzas. Sin embargo, esos posibles aliados no suelen ser ideológicamente afines a su proyecto.

El PRO, que alguna vez fue un aliado natural, enfrenta una crisis de liderazgo entre Patricia Bullrich, Jorge Macri y Mauricio Macri, con posturas dispares respecto al enfoque mileísta. Mientras algunos líderes buscan colaborar, otros optan por distanciarse para no ser absorbidos por la lógica libertaria.

Por otro lado, los bloques “dialoguistas”, que incluyen representantes de Hacemos Coalición Federal, el MID y partidos provinciales, ocuparán un papel fundamental en la gobernabilidad. Sin su apoyo, ni siquiera el veto presidencial podría mantenerse. El nuevo contexto obligará a Milei a equilibrar su discurso confrontativo con la exigencia de consenso.

La arquitectura legislativa tras las elecciones

Si se confirman las proyecciones, la Cámara baja se configurará así: La Libertad Avanza con entre 61 y 78 diputados; Unión por la Patria, reducida a poco más de 90, seguirá siendo la primera minoría; y un bloque radical fragmentado alrededor de Martín Lousteau, con cerca de 25 bancas. Esto se suma a un PRO con aproximadamente 20 diputados y una decena de fuerzas provinciales que jugarán un papel clave en votaciones ajustadas.

En cuanto al Senado, aunque mostrará una recomposición parcial a favor del oficialismo, no tendrá capacidad de quórum. La Libertad Avanza podría incrementar su representación de siete a un máximo de quince senadores, un avance significativo pero insuficiente para influir en la agenda. Las provincias donde Milei tiene apoyo son Córdoba, Mendoza, San Luis y Buenos Aires.

Esta situación, en lugar de debilitar al Gobierno, podría fortalecer su capacidad de negociación. Milei ha demostrado que su estilo confrontativo no le impide alcanzar acuerdos puntuales, especialmente en cuestiones económicas o nombramientos clave. Sin embargo, la gestión diaria, que implica leyes presupuestarias, aumentos de partidas sociales y reformas que requieren amplias mayorías, será un desafío.

Los operadores del poder

Dentro del entorno libertario, la gestión del nuevo Congreso dependerá de un triángulo que combina técnica, política y lealtad: Guillermo Francos, Karina Milei y Martín Menem.

Francos, actual ministro del Interior, será esencial en la conexión con gobernadores y bloques federales. Su papel se fortalecerá si el Gobierno mantiene estabilidad económica y avanza en acuerdos de infraestructura. Su estilo pragmático contrasta con el tono confrontativo del presidente, haciéndolo clave para el diálogo.

Karina Milei, jefa política de la Casa Rosada, será responsable de proteger la identidad del proyecto y garantizar que el bloque libertario no pierda su esencia en alianzas tácticas. Su influencia va más allá de la estructura formal: decide sobre candidaturas y establece límites ideológicos. En el próximo Congreso, su poder será puesto a prueba ante una bancada más diversa.

Martín Menem, presidente de la Cámara baja, buscará mantener la disciplina de su bloque y actuar como intermediario entre el Ejecutivo y los legisladores aliados. Su permanencia en el cargo dependerá del acuerdo que se logre en diciembre con las minorías, una negociación que ya ha comenzado.

Gobernar con minoría: la paradoja libertaria

El mileísmo enfrenta una paradoja: crece en votos y representación, pero esa expansión no garantiza autonomía. En un sistema presidencialista donde el Congreso tiene un papel preponderante, la falta de mayorías implicará una negociación constante, lo que tensiona su discurso de ruptura con la vieja política.

El presidente, que basa su campaña en eliminar los privilegios de la casta política, se ve obligado a pactar con parte de esa misma estructura para poder gobernar. Su reto será hacerlo sin que su base libertaria lo considere una traición.

Ya se están evidenciando signos de pragmatismo en su gestión: acuerdos con gobernadores para proyectos específicos, acercamientos a empresarios tradicionales y una diplomacia más moderada. El Congreso será el ámbito donde Milei deberá demostrar si puede transformar su retórica disruptiva en gobernabilidad efectiva.

Un nuevo mapa político

Las elecciones del 26 de octubre no sólo definirán la composición del Congreso; también reconfigurarán el escenario político argentino. La consolidación de La Libertad Avanza como fuerza nacional marcará el declive del bipartidismo tradicional entre peronismo y radicalismo. Unión por la Patria conservará su base territorial, pero perderá relevancia. La UCR persistirá, aunque dividida entre su ala institucional y la más cercana al PRO.

Las otras fuerzas políticas intentarán adaptarse a un nuevo entorno donde ideología pesa menos que la capacidad de negociación. Las provincias cobrarán mayor protagonismo; bloques como los de Misiones, Río Negro o Córdoba se volverán claves para cualquier mayoría.

Este escenario, caracterizado por múltiples minorías y sin hegemonías claras, anticipa un Congreso de geometría variable. La habilidad de Milei para navegar este contexto será crucial para el éxito de su proyecto.

La importancia del veto

Uno de los instrumentos más relevantes del Ejecutivo en este contexto es el poder de veto. Con este, Milei tiene la capacidad de frenar leyes aprobadas por la oposición. Sin embargo, para que el veto sea efectivamente político, el Gobierno debe contar con un tercio de los votos en al menos una de las cámaras, impidiendo que la ley sea insistida con mayoría especial.

Sin este tercio, cada veto se convierte en una lucha. La oposición podría insistir y convertir una derrota legislativa en una debacle política. Por ello, el objetivo real del oficialismo es garantizar el umbral necesario para proteger los vetos, lo que subraya la importancia de cada banca ganada en octubre.

Los libertarios confían en que ciertos sectores del PRO y de partidos provinciales colaboren en este sentido. Sin embargo, esta dependencia limita la autonomía presidencial y exige una mayor sofisticación en la construcción de acuerdos que la que Milei ha demostrado hasta ahora.

El Congreso como reflejo de la sociedad

El nuevo panorama legislativo refleja la fragmentación social y política de Argentina. La polarización que predominó en las elecciones de 2023 se ha transformado en una dispersión de representaciones, donde ninguno de los espacios puede gobernar por sí solo. Este fenómeno, lejos de ser anómalo, muestra el agotamiento del sistema de partidos tradicionales y el surgimiento de nuevas identidades políticas.

La Libertad Avanza ha sabido capitalizar el descontento ciudadano y la demanda de austeridad, pero ahora deberá adaptarse a la dinámica institucional. Gobernar con minoría significa gestionar contradicciones: entre la pureza ideológica y la necesidad de resultados, entre el discurso antiestablishment y la negociación continua con el sistema.

El próximo Congreso será el escenario de esta tensión, un espacio donde Milei, quien llegó prometiendo revolucionar la política, deberá practicarla en su forma más auténtica.

La gobernabilidad del futuro

La política argentina se asoma a una fase de transición. El poder se fragmenta, la economía busca estabilidad y la sociedad sigue exigiendo resultados. En este contexto, la fuerza de Milei crecerá en términos numéricos, pero su capacidad de maniobra dependerá de su habilidad para construir consensos.

Si logra establecer un bloque cohesionado y alianzas duraderas, el Gobierno podrá avanzar en reformas estructurales sin contratiempos. De lo contrario, si predomina el aislamiento, el Congreso podría transformarse en un obstáculo frente a su agenda.

Las elecciones del 26 de octubre constituirán no solo un plebiscito de medio término, sino también una prueba de gobernabilidad. Y la nueva Cámara baja será el espejo que refleje el verdadero alcance del poder de Milei.

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