El apretón que rompió a la oposición: Capriles y la legitimación del fraude chavista

Henrique Capriles aceptó su credencial como diputado de la mano de Elvis Amoroso, presidente del CNE y arquitecto del sistema electoral más cuestionado del chavismo. El gesto, cargado de simbolismo, encendió una nueva fractura en la oposición venezolana. Para muchos, no fue un acto administrativo: fue el cierre explícito de un ciclo de lucha y la confirmación de una estrategia de convivencia con el régimen.

Mundo27 de mayo de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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Capriles y maduro

Una escena que lo dijo todo

El momento duró segundos, pero el impacto fue inmediato. Henrique Capriles, dos veces candidato presidencial y referente de la oposición moderada, estrechó la mano de Elvis Amoroso mientras recibía su credencial como diputado. La imagen recorrió redes, portales y grupos políticos con una mezcla de estupor, resignación y rabia.

Amoroso, presidente del Consejo Nacional Electoral, fue el principal ejecutor del proceso del 28 de julio, una elección marcada por denuncias de irregularidades, inhabilitaciones masivas y manipulación institucional. El mismo que bloqueó a candidatos opositores, ahora legitimado con una sonrisa por uno de los dirigentes históricos del antichavismo.

Capriles no fue el único. Junto a él, otros referentes como Stalin González, Tomás Guanipa, Luis Emilio Rondón y Pablo Pérez también aceptaron sus bancas en una Asamblea Nacional dominada por el oficialismo. El mensaje, según algunos analistas, es claro: una parte de la oposición ha optado por integrarse al juego político controlado por el chavismo, mientras la otra resiste desde fuera, acusando rendición.

 
De la confrontación a la convivencia

Para los sectores duros del exilio y de la oposición aún no cooptada, el gesto fue interpretado como una traición. No solo por aceptar cargos, sino por otorgarle al proceso de julio una legitimidad simbólica que el régimen busca a toda costa. La lógica del "mal menor" o de "ganar espacios" pierde fuerza ante el trasfondo de un sistema sin garantías democráticas.

Capriles, que supo encarnar la vía electoral como contrapeso a la estrategia insurreccional, parece hoy apostar a la lógica institucional desde adentro. Pero el problema no es la vía: es el árbitro. Y ese árbitro, encarnado en Amoroso, representa lo que buena parte del país considera la negación misma de la justicia electoral.

Aquel que denunció fraude en 2013 y se negó a convalidar los resultados frente a Nicolás Maduro, hoy aparece sonriendo junto al operador del sistema.

 
Un punto de quiebre para la oposición

La imagen del apretón no sólo afecta a Capriles: dinamita cualquier intento de unidad opositora real. Mientras María Corina Machado sigue inhabilitada y sectores civiles siguen reclamando elecciones libres, el ingreso de figuras históricas a una Asamblea vaciada de poder pone en crisis la credibilidad de toda la oposición institucional.

Ya no se trata solo de diferencias estratégicas, sino de legitimidades cruzadas: ¿quién representa realmente a quienes quieren un cambio profundo en Venezuela? ¿Es posible la convivencia dentro del sistema sin perder el objetivo final? ¿O se trata simplemente de una claudicación progresiva, aceptada por quienes ya no creen que el cambio sea posible?

 
La escena final de una larga renuncia

Para muchos, Capriles selló con ese apretón el cierre simbólico de la era de la oposición tradicional. La que negoció con el régimen, la que apostó al centro, la que intentó convivir con las reglas impuestas desde Miraflores. Su paso por la Asamblea será leído, a favor o en contra, como la validación de un modelo de “oposición permitida”.

Frente a un país que clama por un giro real y profundo, la escena de Capriles recibiendo su credencial de manos de Amoroso podría ser recordada como el último gesto de una estrategia agotada. No traición, quizás. Pero sí resignación.

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