Dura condena del Papa, la ONU y países árabes tras el ataque israelí en Doha

El operativo israelí contra dirigentes de Hamas en Qatar desató una ola de repudios internacionales. Desde el Vaticano hasta las capitales árabes, las reacciones coincidieron en señalar que se trató de una violación a la soberanía y una amenaza para la estabilidad regional.

Mundo09 de septiembre de 2025Alejandra LarreaAlejandra Larrea
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Las explosiones ocurridas en Doha marcaron un hito inesperado en el conflicto de Medio Oriente. Israel reconoció haber lanzado un ataque aéreo de precisión dirigido a integrantes de la cúpula de Hamas que se encontraban en territorio qatarí. El hecho, inédito en esa ciudad, no solo generó conmoción por su magnitud, sino también por el escenario donde se produjo: Qatar, país que hasta ahora había sido epicentro de negociaciones para intentar alcanzar un alto el fuego.

La ofensiva tuvo un impacto inmediato en la esfera internacional. El Papa expresó su “profunda preocupación” por una situación que calificó como “sumamente grave” y llamó a evitar acciones militares que agraven la crisis humanitaria en la región. Desde Naciones Unidas, el secretario general sostuvo que la operación constituyó una violación a la integridad territorial de Qatar y advirtió que este tipo de decisiones socavan cualquier esfuerzo de mediación. En paralelo, distintos países árabes como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Turquía, Líbano y Jordania emitieron comunicados conjuntos para repudiar el ataque y exigir que cese la escalada bélica.

Qatar reaccionó con dureza y acusó a Israel de cometer una agresión directa en su territorio, señalando que este hecho compromete su rol como mediador y pone en riesgo los canales de diálogo que se habían abierto en Doha. El gobierno del emirato anunció que convocará a reuniones de emergencia con sus aliados y que pedirá explicaciones en foros internacionales. La denuncia de una “afrenta a la soberanía” se convirtió en el eje central de su posicionamiento frente a la comunidad internacional.

Israel defendió la operación como un “ataque quirúrgico” dirigido exclusivamente contra objetivos de Hamas, asegurando que los blancos eran responsables directos de los atentados más recientes. La narrativa oficial destacó que se tomaron precauciones para reducir daños colaterales, aunque las imágenes de columnas de humo en pleno centro de Doha generaron un fuerte impacto en la opinión pública mundial.

El trasfondo de este episodio es aún más complejo porque coincidió con el desarrollo de negociaciones de alto el fuego en la capital qatarí. Los delegados de Hamas se encontraban en la ciudad para discutir un posible acuerdo de tregua con mediadores internacionales. El bombardeo, por lo tanto, no solo buscó eliminar a dirigentes del grupo, sino que interrumpió de manera abrupta ese proceso de conversaciones, generando un quiebre en el delicado equilibrio diplomático que se intentaba construir.

La condena del Papa y de la ONU sumó un peso simbólico y político considerable. Ambos actores, aunque desde ámbitos diferentes, remarcaron que la comunidad internacional no puede tolerar que un conflicto se expanda al punto de trasladar la violencia a países que ejercen de mediadores. La advertencia fue clara: la ofensiva en Doha puede ser el inicio de una nueva etapa de inestabilidad, con riesgo de que el conflicto se desborde hacia todo el Golfo Pérsico.

En este escenario, la guerra entre Israel y Hamas atraviesa un punto de inflexión. La ofensiva en Qatar rompe con la lógica habitual del enfrentamiento, coloca a Doha como nuevo escenario del conflicto y compromete los esfuerzos de paz. La presión internacional se intensifica sobre Netanyahu, que buscó mostrar fortaleza interna pero enfrenta el riesgo de un aislamiento creciente en la arena global. El desenlace inmediato dependerá de cómo reaccionen las potencias regionales y si la comunidad internacional logra frenar la escalada.

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