El Gobierno entra al “top 10” de mayores ventas de dólares del Banco Central desde 2003 y crece la presión por las reservas

La intervención récord de USD 678 millones ubica a la jornada del 19 de septiembre entre las más intensas en dos décadas. En tres días se perdieron más de USD 1.100 millones de reservas y el mercado ya compara la situación con las crisis de 2018 y 2019.

Economía19 de septiembre de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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TOP 10

El Banco Central de la República Argentina (BCRA) volvió a protagonizar una jornada histórica. La venta de USD 678 millones en el mercado mayorista no solo se convirtió en la mayor de los últimos seis años, sino que también colocó al viernes 19 de septiembre de 2025 entre las diez mayores intervenciones diarias desde que la entidad comenzó a informar públicamente sus operaciones en 2003. El dato, que en otro contexto pasaría desapercibido como una simple estadística, adquiere una dimensión mayor al ocurrir en plena campaña electoral y con un Gobierno que había prometido sostener el equilibrio fiscal sin recurrir a las viejas recetas de emergencia.

La operación fue la tercera consecutiva en la que el Banco Central debió desprenderse de divisas para evitar que el dólar perforara el techo de la banda cambiaria, fijado en $1.474,50. En apenas tres jornadas, el organismo utilizó USD 1.110 millones, un drenaje que encendió todas las alarmas. El volumen operado en la rueda fue de USD 842 millones, de los cuales el Central aportó más del 80 %. En otras palabras, el mercado prácticamente quedó reducido a una transacción entre la demanda privada y la caja del Estado.

Una foto que remite al pasado

El antecedente inmediato a esta intervención se remonta a octubre de 2019, cuando el BCRA, bajo la conducción de Guido Sandleris, colocó USD 691 millones en una jornada atravesada por la tensión electoral entre Mauricio Macri y Alberto Fernández. Un año antes, en abril de 2018, Federico Sturzenegger había debido vender USD 1.472 millones en un solo día en el inicio de la corrida cambiaria que desembocó en el acuerdo stand-by con el Fondo Monetario Internacional.

La venta de este viernes desplaza al episodio de 2015, bajo la presidencia de Alejandro Vanoli, cuando se habían vendido USD 645 millones en medio de reservas menguadas y fuertes contratos de dólar futuro para transitar la transición entre Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri. El patrón común entre todos estos hitos es evidente: la necesidad política de mostrar control en escenarios de incertidumbre electoral.

El costo de sostener la banda

El esquema de bandas cambiarias, defendido por el ministro de Economía Luis Caputo, supone que el Banco Central solo interviene cuando el tipo de cambio toca los extremos del corredor preestablecido. En teoría, el sistema otorga previsibilidad, evita saltos abruptos y permite acumular reservas en tiempos de calma. En la práctica, la cercanía constante al techo obliga a utilizar dólares de manera recurrente y erosiona la credibilidad del modelo.

Caputo repite que el Gobierno defenderá el esquema “vendiendo hasta el último dólar en el techo de la banda”. Pero el mercado sabe que esa promesa es tan firme como frágil: sin oferta privada suficiente y con reservas netas bajas, cada intervención deja al sistema más vulnerable. En términos técnicos, la liquidez de corto plazo choca con la solvencia de mediano.

Impacto financiero y político

La presión no se limita al mercado cambiario. En paralelo a la venta de dólares, los bonos en moneda extranjera sufrieron caídas de hasta 5 % y el riesgo país escaló a 1.454 puntos básicos, reflejando la percepción de los inversores de que la estrategia oficial se debilita. El calendario de vencimientos agrega tensión: en enero el Tesoro deberá afrontar pagos por USD 4.300 millones, entre capital e intereses. Cada dólar destinado hoy a contener el tipo de cambio es un dólar menos disponible para atender compromisos con acreedores.

En términos políticos, la intervención tiene un doble filo. Por un lado, permite al Gobierno llegar a las elecciones legislativas del 26 de octubre con un tipo de cambio relativamente estable, lo que amortigua la inflación y brinda una imagen de control. Por el otro, expone a la administración a la crítica de que el orden fiscal se defiende sacrificando reservas y comprometiendo la sustentabilidad del programa. El recuerdo de 2018 y 2019, cuando las intervenciones masivas terminaron en devaluaciones y pérdida de credibilidad, sobrevuela cada análisis.

El factor FMI y el rol de las reservas

Buena parte de las divisas utilizadas para intervenir provienen de los desembolsos recientes del Fondo Monetario Internacional. El organismo había liberado fondos con el argumento de respaldar el programa de equilibrio fiscal y facilitar la acumulación de reservas. Sin embargo, el giro de los acontecimientos hizo que ese dinero se destinara a frenar la corrida cambiaria. Para los técnicos del Fondo, se trata de un desvío delicado: el objetivo era fortalecer la posición externa, no dilapidarla en operaciones de corto plazo.

Las reservas brutas cerraron en USD 39.259 millones, tras una pérdida de USD 148 millones en la jornada. El saldo negativo en lo que va de la semana supera los USD 1.050 millones. Analistas señalan que, descontando encajes y swaps, las reservas netas líquidas son mucho menores, lo que deja al Central con un margen muy estrecho para sostener el actual ritmo de intervención.

Un “top 10” poco alentador

Ingresar al “top 10” de ventas diarias no es un motivo de orgullo. Al contrario, cada episodio que integra esa lista estuvo asociado a crisis cambiarias, tensiones electorales o corridas que marcaron la fragilidad del modelo económico argentino. La jornada de este viernes se inscribe en esa serie y alimenta el interrogante sobre cuánto tiempo podrá sostenerse el plan oficial.

El recuerdo de abril de 2018, con el inicio de la corrida que derivó en un préstamo récord del FMI, o de octubre de 2019, con un gobierno saliente vendiendo reservas a contrarreloj, refuerza la idea de que estas intervenciones son parches más que soluciones. En todos los casos, el desenlace fue una pérdida de reservas y una devaluación posterior.

Perspectivas y dilemas

En los despachos oficiales aseguran que el escenario es distinto. Milei y Caputo sostienen que la disciplina fiscal lograda en estos meses marca una diferencia respecto de crisis anteriores. Sin déficit, argumentan, la presión cambiaria debería ser transitoria. Sin embargo, la demanda de dólares no cede, los exportadores retacean liquidaciones y la confianza en el programa sigue condicionada por la política.

El dilema es evidente: si el Gobierno insiste en defender el techo de la banda a cualquier costo, puede agotar las reservas antes de tiempo. Si flexibiliza el esquema, corre el riesgo de que el dólar se dispare y reactive la inflación en plena campaña electoral. En cualquiera de los dos escenarios, la estabilidad es precaria.

La apuesta oficial es ganar tiempo. Se confía en que nuevos desembolsos del FMI y algún ingreso de capitales privados permitan reforzar las reservas. También se especula con que, pasada la elección, el mercado recupere calma y el Central pueda recomprar parte de lo perdido. Pero la experiencia reciente invita a la cautela: los dólares que se van rara vez vuelven con la misma facilidad.

El trasfondo de siempre

Más allá de la coyuntura, el episodio refleja una constante de la economía argentina: la dependencia del dólar como ancla de expectativas y la dificultad para sostener un modelo estable en el tiempo. Desde 2003 hasta hoy, cada crisis cambiaria terminó en el mismo lugar: ventas masivas del Banco Central para contener la cotización. El “top 10” histórico no es una tabla de récords deportivos, sino un espejo de las debilidades recurrentes del país.

En definitiva, la intervención de USD 678 millones y la entrada al podio de las mayores ventas diarias en dos décadas muestran que la Argentina sigue atrapada en un ciclo donde la estabilidad cambiaria se compra a costa de reservas. El desenlace dependerá de la capacidad del Gobierno para sostener la disciplina fiscal, conseguir financiamiento y, sobre todo, convencer al mercado de que esta vez la historia puede ser distinta. Por ahora, los números dicen lo contrario.

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