La vida del Papa Francisco: fe, humildad y reforma

La muerte del sumo pontífice deja también la partida del argentino más importante de la historia y del líder mundial más importante del siglo XXI. Este es un repaso de su vida entera.

Mundo22 de abril de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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Francisco

Jorge Mario Bergoglio, más conocido como el Papa Francisco, ha tenido una vida y un papado extraordinarios. Nacido en Buenos Aires y formado en las calles de Argentina, terminó convirtiéndose en el primer Pontífice latinoamericano de la historia​. Su estilo relajado, cercano y conversacional le ha ganado el cariño de millones de fieles, mientras que sus firmes posturas sociales y sus reformas dentro de la Iglesia han generado también tensiones e intenso debate. A continuación, recorreremos su historia – desde sus inicios como humilde sacerdote jesuita hasta su elección como Papa y los años transformadores de su pontificado, llegando al emotivo cierre de su mandato.

Primeros años en Buenos Aires

Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Argentina, siendo el mayor de cinco hermanos en una familia de inmigrantes italianos​. Sus padres, Mario José Bergoglio (contable, oriundo de Italia) y Regina María Sívori (de origen italiano también), inculcaron en él la fe católica desde pequeño​. El joven Bergoglio creció en el barrio porteño de Flores, asistió a la escuela pública y se formó con valores sencillos y cercanos al pueblo. Desde temprano mostró intereses diversos: se sabe que le gustaba el fútbol (es hincha de San Lorenzo) y bailar tango, y llegó a tener incluso un amor de juventud, una novia llamada Amalia, antes de descubrir su vocación religiosa.

A finales de la adolescencia, Jorge obtuvo un título como técnico químico tras estudiar en una escuela industrial pública, y trabajó un tiempo en un laboratorio​. Sin embargo, un evento marcaría su vida para siempre. A los 17 años, tuvo una profunda experiencia espiritual que lo orientó al sacerdocio: una tarde, de camino a reunirse con amigos, sintió el impulso de entrar a una iglesia y confesarse con un sacerdote al que nunca había visto. Años después, ya como Papa, recordaría así ese momento: "Antes de ir a una fiesta, pasé por la parroquia a la que iba, encontré a un sacerdote que no conocía y sentí la necesidad de confesarme... Esta fue para mí una experiencia de encuentro, descubrí que alguien me esperaba... Después de la confesión, sentí que algo había cambiado. Ya no era el mismo. Había escuchado una voz, una llamada: estaba convencido de que tenía que hacerme sacerdote"​. Aquella “voz interior” lo encaminó definitivamente hacia la vida religiosa.

catedra-de-san-pedro-210224De Pedro a Francisco: Dos mil años de historia del papado​

En 1957, con 21 años, Jorge ingresó al seminario arquidiocesano de Villa Devoto (Buenos Aires) para comenzar su formación sacerdotal​. Durante esos primeros años de preparación, sufrió una grave neumonía que derivó en la extirpación de parte de uno de sus pulmones – un percance de salud serio que, sin embargo, no mermó su determinación​. Tres años más tarde, sintiendo el llamado a una vocación más austera, Bergoglio decidió unirse como novicio a la Compañía de Jesús, la orden de los jesuitas, en marzo de 1960. Como jesuita tomó los votos de pobreza, castidad y obediencia, y continuó sus estudios académicos: obtuvo ese mismo año la licenciatura en Filosofía en el Colegio Máximo San José, en San Miguel (provincia de Buenos Aires)​.

Durante la década de 1960 combinó estudio y enseñanza. Entre 1964 y 1966 trabajó como profesor de literatura y psicología en colegios de la ciudad de Santa Fe y luego de Buenos Aires​, demostrando así su amor por la educación y el trato cercano con los jóvenes. En 1967 retomó sus estudios teológicos en el Colegio Máximo de San Miguel y, tras completarlos, fue ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969, a los 33 años de edad​. Comenzaba entonces la vocación sacerdotal de Jorge Bergoglio, marcada desde sus inicios por la sencillez, la espiritualidad ignaciana (jesuita) y una profunda empatía por quienes sufren.

Vocación jesuita y servicio pastoral

Ya ordenado, el padre Bergoglio inició su ministerio en la Compañía de Jesús en pleno clima de cambios sociales y eclesiales de los años 70. Gracias a su carisma natural y capacidad de liderazgo, ascendió rápidamente en las filas jesuitas: con solo 37 años, en 1973 fue nombrado Provincial (superior) de los jesuitas en Argentina, responsabilidad que ejerció hasta 1979​. En aquellos años convulsos, Argentina atravesaba la dictadura militar (1976–1983), y el rol de Bergoglio durante ese período ha sido objeto de debate. En 1976 dos sacerdotes jesuitas de tendencia social (Orlando Yorio y Francisco Jalics) fueron secuestrados y torturados por el régimen mientras trabajaban en barrios pobres de Buenos Aires​. Algunos organismos de derechos humanos acusaron a Bergoglio de no haber protegido suficientemente a sus hermanos – incluso de supuestamente denunciarlos como “subversivos” –, mientras que él siempre negó haber colaborado con la dictadura. Por el contrario, afirmó que intercedió discretamente ante el dictador Jorge Videla para lograr la liberación de los curas, cosa que finalmente ocurrió​. Años después, ambos sacerdotes sobrevivientes manifestaron haber perdonado a Bergoglio; y aunque esta etapa dejó cierta sombra de controversia, no impidió que continuara su camino de servicio.

Tras dejar el cargo de Provincial, Jorge Bergoglio mantuvo un perfil bajo durante algún tiempo dentro de la orden – incluso fue enviado fuera de Buenos Aires por sus superiores –, pero finalmente retornó a la escena eclesiástica argentina ya integrado plenamente en el clero secular (diócesis de Buenos Aires). El 20 de mayo de 1992, el papa Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Buenos Aires, otorgándole la sede titular de Auca​. Desde ese puesto comenzó a destacarse por su cercanía pastoral. En junio de 1994 fue designado vicario episcopal de la Zona Flores (su propio barrio de origen) y en 1997 ya era arzobispo coadjutor de Buenos Aires, es decir, el sucesor

98La profecía y el pontífice anciano


 designado del entonces arzobispo cardenal Antonio Quarracino.

El 28 de febrero de 1998, al fallecer el cardenal Quarracino, Bergoglio asumió plenamente como Arzobispo de Buenos Aires, pastor de la principal diócesis de Argentina​. Así se convirtió en el Primado de la Argentina, con jurisdicción sobre una de las comunidades católicas más grandes del mundo. Juan Pablo II lo elevó además al rango de cardenal en el consistorio del 21 de febrero de 2001​, consolidando su influencia en la Iglesia global. Años después, también presidiría la Conferencia Episcopal Argentina entre 2005 y 2011, actuando como una de las voces más destacadas de la Iglesia en el país​.

Cargos eclesiásticos de Jorge Bergoglio:


1973–1979: Provincial de los Jesuitas en Argentina.


1992–1997: Obispo Auxiliar de Buenos Aires​.


1998–2013: Arzobispo de Buenos Aires (Primado de Argentina)​.


2001: Creado Cardenal por Juan Pablo II​.


2005–2011: Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina.


Como arzobispo porteño, Bergoglio cultivó una imagen de gran austeridad y cercanía al pueblo. Se lo veía usando el transporte público para desplazarse por la ciudad – llegaba a la catedral en autobús o en metro, mezclándose con la gente común – y evitaba todo tipo de ostentación. Vivía con sencillez, cocinaba su propia comida y realizaba personalmente labores pastorales en las villas miseria (barrios humildes) de Buenos Aires. En Semana Santa de 2001, por ejemplo, dio un poderoso testimonio de servicio: visitó el Hospital Muñiz, especializado en pacientes con VIH/SIDA, y allí lavó y besó los pies de doce enfermos de sida, replicando el gesto de Jesucristo con sus apóstoles​. Cuando un periodista le preguntó por qué eligió un hospital para celebrar el Jueves Santo en lugar de la catedral, respondió sencillamente: "La sociedad se olvida de los enfermos y de los pobres. Por eso he preferido ir a lugares donde las personas padecen algún sufrimiento"​. Gestos como este revelaban su convicción de que la Iglesia debía estar junto a los que más sufren.

Bergoglio también se involucró en las problemáticas sociales y políticas de su país, a veces en tensión con las autoridades. Durante la grave crisis económica argentina de 2001-2002, jugó un papel importante como impulsor del diálogo entre sectores enfrentados y levantó su voz para denunciar la pobreza y la corrupción rampantes, así como la “crispación” (clima de enfrentamiento) en la vida pública​. Con la llegada al poder del presidente Néstor Kirchner en 2003, la relación entre el gobierno y el arzobispo fue tirante desde el inicio. Bergoglio criticaba lo que percibía como tendencias autoritarias o cultos de personalidad en la dirigencia – advirtió que “el peor riesgo es homogeneizar el pensamiento” y fustigó los “delirios de grandeza” en la política​ – mientras que el kirchnerismo lo veía como un opositor. La confrontación alcanzó su pico durante el mandato de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, especialmente en 2010, cuando el gobierno impulsó la ley de matrimonio igualitario (que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo en Argentina). El entonces cardenal Bergoglio, alineado con la enseñanza tradicional de la Iglesia, se opuso abiertamente a ese proyecto de ley, calificándolo como una movida contraria a la visión cristiana del matrimonio. “Estamos en presencia de la guerra de Dios contra la movida del Diablo”, llegó a escribir en una carta dirigida a monjas carmelitas, convocándolas a rezar contra la aprobación de la ley​. Sus palabras fueron duras; la presidenta Fernández, indignada, comparó esa campaña de la Iglesia con la Inquisición​. Paradójicamente, otros sectores católicos más conservadores acusaron a Bergoglio de no hacer lo suficiente para frenar la ley, por no alentar manifestaciones masivas como sí ocurrían en otros países​. En realidad, Bergoglio se mantuvo en una línea conservadora pero moderada: sin ceder en la doctrina, tampoco avalaba extremos. De hecho, dentro del episcopado argentino era visto como una figura de equilibrio entre corrientes más tradicionales y posturas renovadoras. No provenía de la teología de la liberación ni de movimientos progresistas, pero tampoco pertenecía al ala más rígida; permitía cierta libertad a sacerdotes de base en su diócesis y no mostraba simpatía por una Iglesia excesivamente ritualista o alejada del pueblo​.

Toda esta trayectoria hizo que el nombre de Bergoglio sonara con fuerza en los círculos vaticanos. En el cónclave de 2005, tras la muerte de Juan Pablo II, se dice que fue uno de los principales candidatos “tapados” a la sucesión: representaba una opción más pastoral y moderada frente al favorito Joseph Ratzinger. Aunque finalmente Ratzinger fue elegido (como Benedicto XVI), Bergoglio habría obtenido un número significativo de votos en las rondas finales, consolidándolo como el cardenal latinoamericano de mayor perfil​. Quizás por ello, en 2013, cuando se presentó una nueva oportunidad histórica, la figura de aquel arzobispo argentino humilde, de acento porteño y maneras sencillas, emergió con fuerza desde “el fin del mundo” para sorprender al planeta.

Habemus Papam: del cónclave de 2013 al Papa del “fin del mundo”
El 11 de febrero de 2013, el papa Benedicto XVI sorprendió al mundo anunciando su renuncia al pontificado – la primera dimisión papal en casi seis siglos. Se convocó entonces a un cónclave de cardenales para elegir a su sucesor, en medio de expectativas sobre un posible cambio de rumbo en la Iglesia. Jorge Mario Bergoglio viajó a Roma discretamente para participar en aquel cónclave sin imaginar quizás que regresaría a Buenos Aires con un nuevo nombre y una blanca vestidura papal. Tras unas pocas rondas de votación, el 13 de marzo de 2013 la fumata blanca en la Capilla Sixtina indicó que los cardenales habían elegido nuevo Pontífice. La decisión fue histórica: ¡un latinoamericano en la Silla de Pedro! Bergoglio se convirtió en el 266.º Papa de la Iglesia Católica, el primero originario de América y también el primer miembro de la orden jesuita en asumir el trono papal​. Según revelaron después algunos purpurados, su elección supuso un giro hacia la renovación pastoral que muchos deseaban: habían ido a buscar un Papa “al fin del mundo” (en palabras del propio Bergoglio) para revitalizar la Iglesia.

Al presentarse aquella tarde lluviosa en el balcón central de la Basílica de San Pedro, el nuevo Papa adoptó el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Asís, como un programa en sí mismo. “Bergoglio eligió el nombre de Francisco como un homenaje a San Francisco de Asís”, reportaron los medios, resaltando que el santo italiano es recordado por su vida sencilla, su amor por la naturaleza y su entrega a los pobres. El propio Pontífice explicó que en el cónclave, al quedar clara su elección, el cardenal brasileño Cláudio Hummes le susurró: “no te olvides de los pobres”; Bergoglio sintió entonces que ese debía ser su nombre y exclamó interiormente: “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”​. Esa frase, pronunciada espontáneamente ante la prensa pocos días después, marcaría la impronta de su pontificado.

Audiencia papal en la Plaza de San Pedro (2018). Desde el inicio de su pontificado, Francisco mostró un estilo cercano: bendiciendo a la multitud y pidiendo siempre que recen por él.​

El estilo de Francisco se hizo evidente desde el primer instante. En su saludo inicial la noche de su elección, rompió el protocolo con humildad desconcertante: antes de impartir la bendición “Urbi et Orbi” a la ciudad y al mundo, se inclinó ante la multitud y pidió “un favor”: “Recen al Señor para que me bendiga: la oración del pueblo pidiendo por su obispo”. Miles de personas enmudecieron y rezaron en silencio por él – un momento profundamente emotivo que mostró la sencillez del nuevo Papa. Luego, Francisco habló con tono llano: “Buenas noches y buen descanso”, se despidió, en lugar de los formales discursos de otros tiempos. Desde esa misma noche dejó claro que traía un nuevo aire al Vaticano.

Un Papa sencillo, cercano y “revolucionario” en estilo

La llegada de Francisco supuso una ruptura con muchos formalismos arraigados en la figura papal. Renunció a los lujos y privilegios tradicionales: rechazó utilizar los elegantes aposentos pontificios del Palacio Apostólico y optó por vivir en la residencia de Casa Santa Marta, un alojamiento mucho más modesto dentro del Vaticano​. Empezó a movilizarse en un simple auto compacto en lugar de los vehículos de lujo, y mantuvo su cruz pectoral de metal sencilla en vez de encargar una de oro. Estas decisiones no eran gestos menores, sino símbolos potentes de la humildad franciscana que quería imprimirle al rol papal. Inmediatamente, la prensa mundial destacó que el “Papa venido del fin del mundo” prefería una Iglesia cercana y despojada. “Francisco rechazó los lujos asociados al líder de la Iglesia, prefiriendo moverse en un modesto auto y vivir en un apartamento de huéspedes en lugar del palacio papal”​, reseñó Univisión. Muchos vieron en esto la coherencia con su vida anterior en Buenos Aires, donde era conocido por su austeridad.

Más allá de las cuestiones materiales, Francisco desplegó también un nuevo estilo pastoral. Se le empezó a llamar “el Papa de la gente” por su calidez al saludar a los fieles, besar niños, abrazar enfermos y ancianos. Rompía con frecuencia el protocolo para acercarse a quienes estaban tras las vallas de seguridad. Apenas un Jueves Santo después de ser elegido, escandalizó a algunos tradicionalistas pero conmovió al mundo al ir a una cárcel de menores en Roma a celebrar la misa de la Cena del Señor: allí lavó los pies no solo de reclusos hombres sino también de dos mujeres (una de ellas musulmana) – un hecho inédito para un Papa, que evidenciaba su deseo de incluir a todos en los gestos de servicio y amor fraterno. “Sean pastores con olor a oveja”, pidió a sus sacerdotes, animándolos a no quedarse encerrados en sacristías sino a salir a las calles, a oler a pueblo​. Esa frase, pronunciada en sus primeros meses, capturó su visión de un clero cercano a la realidad de la gente.

licensed-imageEl Vaticano en vilo: quiénes son los favoritos para suceder a Francisco

Francisco también logró conectar con los jóvenes con un lenguaje directo y desenfadado. En julio de 2013, durante la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro (su primer viaje al extranjero como Papa), se reunió con miles de chicos argentinos en la catedral de Río y los sorprendió con una exhortación muy porteña: “¡Hagan lío!”. Con esa expresión coloquial –que en Argentina significa “armen un revuelo” positivo– los invitó a sacudir las estructuras, a no tener miedo de expresarse y de llevar el Evangelio a todas partes. “Espero lío… Quiero lío en las diócesis, que la Iglesia salga a la calle”, les dijo con pasión, arrancando aplausos entusiastas​. Luego agregó: “Hagan lío; cuiden los extremos del pueblo, que son los ancianos y los jóvenes; no se dejen excluir y que no excluyan a los ancianos”​. Aquella arenga espontánea se volvió titular mundial. Desde entonces, “¡Hagan lío!” se transformó en una de las frases emblemáticas de Francisco, símbolo de un Papa que quería una Iglesia en movimiento, alegre y no encerrada en sí misma.

Multitud de fieles reunidos en Brasil durante la Jornada Mundial de la Juventud 2013, el primer gran evento internacional del Papa Francisco. Sus mensajes cercanos y llenos de entusiasmo –como el famoso “¡Hagan lío!” dirigido a los jóvenes– marcaron el tono fresco de su pontificado.

Al mismo tiempo que mostraba cercanía, Francisco no dejó de transmitir con claridad el mensaje espiritual. En su primer Ángelus (17 de marzo de 2013), predicó sobre la misericordia de Dios con palabras simples: “El Señor nunca se cansa de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. ¡No nos cansemos nunca!”​, exhortó desde la ventana del Palacio Apostólico. La misericordia se volvió de hecho el concepto central de su pontificado – tanto que en 2016 convocó un Año Santo extraordinario de la Misericordia para invitar a la Iglesia a reconciliarse y sanar heridas. “Todos somos pecadores necesitados del perdón de Dios”, repetía, subrayando que la Iglesia debía ser como un hospital de campaña tras la batalla, curando a los heridos con compasión.

Con ese espíritu inclusivo, Francisco también comenzó a abrir puertas que antes parecían cerradas para ciertos grupos. En julio de 2013, durante una conferencia de prensa, le preguntaron por la presencia de sacerdotes homosexuales en el Vaticano. Su respuesta franca recorrió el globo: “Si alguien es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgar?”​. Esta simple frase –“¿Quién soy yo para juzgar?”– se volvió posiblemente la cita más famosa de su papado, señal de un cambio de tono hacia la comunidad LGBTQ+. Aunque no alteró la doctrina católica, sí insinuó una actitud más acogedora y menos condenatoria. Años después, en 2023, llegaría incluso a apoyar que se pudieran bendecir las uniones de parejas del mismo sexo (no equiparándolas al matrimonio sacramental, pero reconociendo su valor)​. Además, calificó de “injustas” las leyes que criminalizan la homosexualidad en el mundo y reafirmó: “Todos somos hijos de Dios, y Dios nos ama como somos y por la fuerza con la que cada uno de nosotros lucha por nuestra dignidad”​. Estas posturas le ganaron el aplauso de muchos progresistas, pero también críticas de los sectores más conservadores dentro de la Iglesia.

Francisco demostró ser un Papa “conservador en la doctrina pero progresista en la misericordia”. No modificó los grandes principios morales de la Iglesia (siguió oponiéndose al aborto y defendiendo la visión tradicional del matrimonio), pero enfatizó por encima de todo la comprensión pastoral. En 2015, facultó temporalmente a todos los sacerdotes del mundo para absolver el pecado del aborto durante el Año de la Misericordia – algo antes reservado casi exclusivamente a los obispos –, buscando acercar el perdón a mujeres que hubiesen abortado. Y más adelante hizo permanente esa facultad. Su mensaje fue claro: la Iglesia debe ser madre amorosa y no aduana de estrictos controles.

Reformas y tensiones internas en el Vaticano

Desde el comienzo de su pontificado, Francisco supo que también debía mirar puertas adentro de la Iglesia y emprender reformas institucionales importantes. Apenas un mes después de ser elegido, en abril de 2013 creó un consejo de ocho cardenales de todo el mundo para que lo asesoraran en el gobierno de la Iglesia y en la reforma de la Curia Romana (la administración vaticana). Era un paso hacia una conducción más colegiada y menos centralizada en Roma. Con el tiempo, este consejo –conocido como el “C8” y luego ampliado– trabajó en la redacción de una nueva constitución apostólica para la Curia, que finalmente se promulgó en 2022 bajo el título Praedicate Evangelium, redefiniendo estructuras para hacerlas más misioneras, transparentes y al servicio de las conferencias episcopales del mundo.

La transparencia económica y la lucha contra la corrupción eclesial fueron también prioridades. Francisco emprendió la difícil tarea de sanear las finanzas vaticanas, golpeadas por escándalos. Dio mayor facultad a organismos de control, creó una Secretaría de Economía y apoyó investigaciones que alcanzaron incluso a altos prelados. Un hito de esta cruzada fue el juicio por malversación que involucró al poderoso cardenal Angelo Becciu (exresponsable en la Secretaría de Estado), derivando en su condena en 2023 a cinco años de prisión. Ese proceso sacó a la luz “los trapos sucios” de las finanzas vaticanas​, como señaló la prensa, pero evidenció la determinación de Francisco de no tolerar la corrupción interna sin importar cuán encumbrados fueran los implicados.

Sin embargo, estas reformas y aperturas no se lograron sin resistencia interna. Francisco enfrentó “fuego amigo” de algunos sectores tradicionales dentro de la Iglesia. En 2014-2015, al convocar sínodos para debatir temas de la familia (como la atención pastoral a divorciados vueltos a casar), provocó discusiones intensas. Su exhortación Amoris Laetitia (2016) sugirió la posibilidad de, en ciertos casos, readmitir a la comunión a católicos divorciados y casados de nuevo civilmente, enfatizando la integración misericordiosa. Esto generó incomodidad en la facción más doctrinal. En septiembre de 2016, cuatro cardenales prominentes –encabezados por Carlo Caffarra, Raymond Burke, Walter Brandmüller y Joachim Meisner– le enviaron una carta pública con “dubbia” (dudas), pidiéndole aclarar puntos de su exhortación que, a su juicio, podían contradecir la enseñanza moral anterior​. Fue una acción inusual, casi un desafío abierto a la autoridad papal. Francisco optó por no responder formalmente a esos cardenales, lo que algunos criticaron y otros entendieron como una invitación a ver la carta de la ley desde la caridad.

La tensión aumentó en agosto de 2018, cuando el arzobispo Carlo Maria Viganò, exnuncio en Estados Unidos, publicó una carta explosiva acusando al Papa de encubrir al cardenal Theodore McCarrick (arzobispo emérito de Washington, caído en desgracia por abusos sexuales) y llegando a exigir la renuncia de Francisco. La acusación de Viganò –un hecho sin precedentes en tiempos modernos– polarizó a la Iglesia: algunos conservadores la apoyaron, mientras la mayoría respaldó al Pontífice. Francisco nuevamente decidió no caer en la confrontación pública; cuando le preguntaron sobre el tema, dijo que el documento “hablaba por sí mismo” y confió en que la verdad se impondría. Con el tiempo, se conoció que él sí había tomado medidas duras contra McCarrick: ya en julio de 2018 le había aceptado la renuncia al cardenal y lo había suspendido, y en febrero de 2019 terminó expulsando del estado clerical (McCarrick se convirtió en el primer cardenal laicizado por abusos). Las denuncias de Viganò perdieron fuerza, y en 2024 –irónicamente– el propio Viganò sería declarado cismático y excomulgado por persistir en su rebelión contra el Papa​. Aun así, este episodio mostró la oposición interna que un sector alimentó durante su papado.

Otro frente delicado fue la cuestión de los abusos sexuales cometidos por miembros del clero. Francisco heredó una Iglesia herida por escándalos de abusos a menores en diversos países y sabía que la respuesta debía ser contundente. Si bien inicialmente cometió algún traspié –en una visita a Chile en enero de 2018 llegó a defender a un obispo acusado de encubrimiento, calificando las denuncias contra él de “calumnias”, lo cual causó indignación​–, pronto rectificó con humildad. En abril de 2018 admitió haber cometido “graves errores” de apreciación en el caso chileno​, pidió perdón a las víctimas y convocó a todos los obispos de Chile a Roma, donde finalmente les hizo presentar la renuncia en bloque (varias fueron aceptadas)​. Este gesto sin precedentes demostró que el Papa estaba dispuesto a llegar al fondo del problema. En 2019 organizó en el Vaticano una cumbre mundial sobre abusos con líderes de todas las conferencias episcopales, para escuchar directamente a víctimas y trazar políticas de “tolerancia cero”. Ese mismo año promulgó la ley Vos estis lux mundi, obligando a clérigos y religiosos a denunciar internamente cualquier caso de abuso y estableciendo procedimientos para investigar a obispos encubridores​. También levantó el “secreto pontificio” que había protegido la confidencialidad de estos procesos, permitiendo compartir pruebas con la justicia civil​. En palabras del propio Francisco, la Iglesia se comprometía a una “batalla total” contra el abuso sexual en su seno​. Gracias a estas medidas –aunque quedan heridas por sanar–, muchos le reconocen haber dado pasos importantes para enfrentar un problema que tanto daño causó a la credibilidad e integridad moral de la Iglesia.

En síntesis, el pontificado de Francisco vivió una dinámica constante de reforma versus resistencia. De un lado, él empujó cambios estructurales (curia, finanzas), pastorales (Iglesia en salida, misericordia) y hasta culturales (un estilo menos monárquico del papado). Del otro lado, tuvo que sortear críticas de quienes consideraban esas reformas demasiado audaces o confusas, e incluso de quienes, paradójicamente, le reprochaban no ir lo suficientemente lejos en temas como el celibato opcional de sacerdotes o el acceso de mujeres al diaconado. Aun con esas tensiones, Francisco mantuvo el timón firme en su visión: una Iglesia centrada en el Evangelio, abierta al diálogo y volcada a los pobres.

Un pastor con voz profética en el mundo

El Papa Francisco no solo se dedicó a los asuntos internos de la Iglesia, sino que emergió rápidamente como una figura moral de alcance global, opinando sobre los grandes temas sociales y políticos de nuestro tiempo. Desde el principio dejó claro que iba a “meterse en líos” también en el terreno público: “Desde el inicio de su papado, Francisco mostró disposición a dar su mirada en muchos debates políticos, convirtiéndose, para algunos, en una fuente de controversia”​. Aquello se evidenció en múltiples ámbitos:

1. Defensa de los pobres y crítica de la economía de descarte: Francisco ha sido incansable en denunciar las desigualdades. En su gran exhortación programática Evangelii Gaudium (2013) afirmó que “esta economía que mata” no puede seguir así, clamando por poner al ser humano y no al dinero en el centro. Por su firmeza al cuestionar un capitalismo salvaje, algunos comentaristas –sobre todo en EE.UU.– lo tacharon de “marxista”. “Francisco fue persistente en la defensa de los pobres y su crítica del capitalismo deshumanizado, lo que le valió ser tildado de marxista por muchos católicos estadounidenses de derecha”​, reseñó la prensa. El Papa, enterado de esas críticas, respondió con humor que no hacía más que predicar la doctrina social de la Iglesia de siempre​, la cual prioriza la justicia social. En 2015, publicó la encíclica Laudato Si’ sobre el cuidado de la creación, un texto de enorme impacto donde vinculó la crisis ecológica con la crisis ética del sistema económico. Allí habló sin rodeos de un sistema “estructuralmente perverso” que explota a los pobres y convierte la Tierra en “un inmenso montón de basura”. Nunca antes un Papa había empleado términos tan duros para referirse al daño ambiental y sus causas. Laudato Si’ resonó más allá del mundo católico, influenciando discusiones climáticas a nivel de la ONU y recibiendo aplausos de científicos y activistas ambientales. Francisco pidió una “revolución cultural” para corregir el rumbo y llamó a cada persona a asumir su responsabilidad con el planeta.

2. Compromiso con los migrantes y refugiados: Hijo de inmigrantes, Francisco ha tenido una sensibilidad especial hacia quienes buscan un hogar fuera de su tierra. Su primer viaje como Papa, simbólicamente, fue a Lampedusa, isla italiana donde llegan miles de migrantes africanos arriesgando la vida en el mar. Allí oró por los muertos en esos naufragios y denunció la “globalización de la indiferencia” que ignora el sufrimiento de los migrantes​. El tema migratorio se volvió prioritario en su agenda. Visitó centros de refugiados, como en Lesbos (Grecia) en 2016, de donde llevó en avión papal a 12 refugiados sirios para darles asilo en Roma​, un gesto concreto de solidaridad. Constantemente instó a los gobiernos a acoger e integrar a los migrantes, recordando que Jesús mismo fue migrante y refugiado. En un mensaje de 2024 repitió: “un encuentro con un migrante, como con todo hermano y hermana necesitado, es también un encuentro con Cristo”​. Sus palabras fueron proféticas y también incómodas para algunos líderes. En 2016, sin mencionarlo por nombre, afirmó que “quien construye muros para alejar a otros no es cristiano”, en clara alusión a la propuesta de Donald Trump de levantar muros en la frontera​. Ya en 2025, en una carta a obispos de EE.UU., criticó duramente los planes de deportaciones masivas, advirtiendo: “Lo que se construye sobre la base de la fuerza... comienza mal y terminará mal”​. Aunque sus exhortaciones no siempre fueron atendidas por los poderosos, sí lograron mantener viva la conciencia humanitaria y dar voz a los más vulnerables.

3. Mediación en conflictos y diplomacia internacional: A pesar de que la Iglesia no tiene poder político directo, Francisco utilizó con habilidad el “poder blando” de la diplomacia vaticana para tender puentes en conflictos de larga data. Un logro notable fue su rol en el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba tras décadas de hostilidad. En 2014 se supo que el Papa actuó como mediador secreto: envió cartas al presidente Barack Obama y a Raúl Castro instándolos a recomponer relaciones, y facilitó reuniones discretas en el propio Vaticano​. Ese paciente esfuerzo contribuyó a que, en diciembre de 2014, Washington y La Habana anunciaran la normalización de relaciones – algo impensado tiempo atrás. “El papa Francisco y el Vaticano jugaron un importante rol en el histórico acuerdo... el Pontífice ‘presionó’ a ambos mandatarios para que buscaran una relación más cercana”​, confirmó un alto funcionario estadounidense. Obama agradeció públicamente al Papa por su ayuda. Asimismo, Francisco apoyó decididamente el proceso de paz en Colombia con las FARC: recibió en el Vaticano a las partes enfrentadas (incluso logró en 2016 una simbólica reunión entre el presidente Juan Manuel Santos y su opositor Álvaro Uribe, que no se hablaban) y viajó a Colombia en 2017 para animar la reconciliación. El expresidente Santos reconoció que el Papa “insistió en la necesidad de dar un paso hacia la reconciliación” y “nos ayudó enormemente” a lograr la paz​.

Francisco también buscó mediar en la crisis de Venezuela y otros conflictos regionales, aunque con menos éxito debido a la complejidad política. En el ámbito global, en 2019 unió esfuerzos con líderes de otras religiones por la paz: firmó en Abu Dabi un documento de Fraternidad Humana junto con el Gran Imán de Al-Azhar (principal autoridad del Islam suní), afirmando la necesidad de hermandad entre cristianos y musulmanes​. En 2016, se reunió en Cuba con el Patriarca Kirill de la Iglesia Ortodoxa Rusa –primer encuentro de este tipo en mil años de cisma– y declaró: “somos hermanos”​. Con estas acciones, el Papa argentino se consolidó como un referente moral en favor del diálogo en un mundo fragmentado.

4. Voz contra la guerra y las armas nucleares: Fiel a la tradición de sus predecesores, Francisco alzó la voz repetidamente para pedir el fin de las guerras. No dudó en denunciar la “tercera guerra mundial en capítulos” en referencia a los múltiples conflictos locales. En 2014 rezó en los Jardines Vaticanos junto a los presidentes de Israel y Palestina por la paz en Tierra Santa​. En 2015, ante el Congreso de Estados Unidos, los exhortó a trabajar por la paz, a abolir la pena de muerte (ese mismo año él cambió el Catecismo para declarar la pena capital “inadmisible” en cualquier caso​) y a frenar el comercio de armas. De hecho, en la encíclica Fratelli Tutti (2020) declaró inmoral tanto el uso como la mera posesión de armas nucleares​, radicalizando la postura de la Iglesia en esa materia. En 2017, durante un viaje a Myanmar y Bangladesh, apoyó a la minoría Rohinyá perseguida, llegando a decir: “la presencia de Dios hoy también se llama Rohinyá”​, para visibilizar su drama. Y cuando estalló la guerra en Ucrania (2022), no dudó en condenarla abiertamente, ofreciendo la mediación del Vaticano y llegando a realizar gestos conmovedores como visitar personalmente la embajada de Rusia para pedir por la paz. Su mensaje constante fue “nunca más la guerra”.

En numerosos discursos alrededor del mundo, Francisco alzó la bandera de los derechos humanos, de la solidaridad y del cuidado de la “casa común”. “¿Dónde está tu hermano?”, nos preguntaba recordando la pregunta bíblica, para sacudir conciencias sobre la indiferencia ante el sufrimiento ajeno. Por todo ello, en 2016 fue galardonado con el Premio Carlomagno por su aporte a la unidad europea, y su nombre sonó varias veces como candidato al Premio Nobel de la Paz (aunque él jamás buscó honores). Su liderazgo espiritual trascendió lo estrictamente religioso: lo escuchaban presidentes, parlamentos y organismos internacionales.

5. Relación con América Latina: Siendo el primer Papa latinoamericano, Francisco mantuvo siempre un vínculo especial con su tierra de origen y el “continente de la esperanza”, como llamaba a Latinoamérica. En mayo de 2007, cuando aún era cardenal, había sido uno de los principales redactores del documento de Aparecida – la declaración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano – que ponía énfasis en una Iglesia misionera, cercana a los pobres, a los pueblos indígenas y defensora de la Creación​. Ese texto resultó visionario y anticipó muchas de las prioridades que tendría luego como Papa. Francisco realizó varios viajes al subcontinente: Brasil (2013), Bolivia, Ecuador y Paraguay (2015), Cuba (2015, 2016), México (2016), Colombia (2017), Chile y Perú (2018), Panamá (2019, para la JMJ) y otras naciones centroamericanas. En cada visita pidió promover la justicia social y combatir la corrupción – un mal que denunció con fuerza en América Latina. No temió recordar los pecados históricos de la Iglesia: en Bolivia, en 2015, pidió perdón por los crímenes cometidos durante la conquista contra los pueblos originarios​. Y en 2023, el Vaticano bajo su guía rechazó formalmente la llamada “doctrina del descubrimiento” de antiguos documentos papales, reconociendo que fueron injustos con la dignidad de los indígenas​. Este gesto fue muy valorado en países latinoamericanos con herencia indígena.

Para Latinoamérica, Francisco fue un referente de esperanza y unidad. Siempre destacó la riqueza espiritual de los sencillos: le encantaba citar la piedad popular, las “madrecitas” que rezan el rosario, la fe del pueblo. Sin embargo, hubo una espina: a pesar de su evidente amor por Argentina, nunca logró visitar su país natal durante el pontificado, algo inusual para un Papa. Diversos factores –polémicas políticas locales, su agenda global y luego su salud frágil– lo fueron postergando. Aun así, se mantuvo cercano mediante mensajes y recibió a muchos argentinos en Roma. Los fieles de su patria entendieron que su misión era más amplia, “para toda la Iglesia”. En 2021, cuando la selección argentina de fútbol ganó la Copa América y en 2022 el Mundial, Francisco lo celebró discretamente, mostrando que su corazón seguía rioplatense.

Epílogo: los últimos años y el legado de Francisco

Después de más de una década en el trono de Pedro, el Papa Francisco llegó a sus años finales de pontificado con el mismo espíritu de servicio, aunque físicamente más frágil. En 2020, la pandemia de COVID-19 lo mostró solo en una Plaza de San Pedro vacía, impartiendo una bendición especial Urbi et Orbi en medio de la lluvia, un momento icónico que dio la vuelta al mundo​. En 2021 tuvo que someterse a una delicada cirugía de colon, de la cual se recuperó satisfactoriamente​. En 2022 despidió con emotividad a su antecesor, el Papa emérito Benedicto XVI, cuyo funeral presidió en una situación inédita de un Papa enterrando a otro​. Aún con dolores en la rodilla que le obligaban a usar silla de ruedas a veces, no dejó de trabajar ni de viajar (fue el primer Papa en visitar Irak en 2021, llevando consuelo a la castigada comunidad cristiana de Oriente​).

En octubre de 2023 inauguró un Sínodo mundial sobre la sinodalidad (la caminata conjunta de la Iglesia), en el cual por primera vez concedió voz y voto a laicos y especialmente a mujeres en las deliberaciones​. Este paso, impensado años atrás, demostró su visión de una Iglesia más participativa. También en 2023 publicó la exhortación Laudate Deum, actualizando sus llamados urgentes a cuidar el planeta. Sin embargo, debió cancelar un viaje a la COP28 en Dubái por problemas de salud bronquial​.

A inicios de 2025, ya con 88 años, la salud de Francisco se deterioró seriamente. En enero sufrió una caída que le dejó un hematoma, y en febrero una bronquitis evolucionó a neumonía bilateral​. Fue internado de urgencia el 14 de febrero de 2025 en el Hospital Gemelli de Roma, permaneciendo allí durante 38 días​. Fueron semanas críticas en las que el mundo católico oraba por su recuperación. Contra pronósticos, el Papa mostró su resiliencia y mejoró lo suficiente para regresar al Vaticano el 23 de marzo de 2025​. Apareció ese día brevemente en público, visiblemente débil pero sonriente, agradeciendo las oraciones de todos. Muchos lo compararon con “el milagro de la vuelta a casa”. Aún convaleciente, insistió en mantener una tradición que le era querida: el Jueves Santo (17 de abril de 2025) se las ingenió para visitar una cárcel romana y estar con reclusos, diciéndoles con humildad que no podría lavarles los pies aquel año debido a su estado, “pero quería estar con ustedes y hacer lo que Jesús hizo”, les dijo emocionado.

Pocos días después, llegó la Pascua de Resurrección. El Domingo de Pascua, 20 de abril de 2025, Francisco apareció en el balcón central de la basílica de San Pedro para impartir la bendición Urbi et Orbi. Su voz estaba muy débil, tanto que un cardenal debió leer en su nombre el mensaje pascual, en el cual, fiel a su misión, Francisco volvió a clamar por la paz en Ucrania, en Tierra Santa, en Congo y Myanmar​. Al final, con un hilo de voz, alcanzó a decir: “¡Hermanos y hermanas, feliz Pascua!” y levantó la mano en señal de bendición​. Luego protagonizó una última sorpresa: a pesar de su fatiga, insistió en dar un largo paseo en el papamóvil por la Plaza de San Pedro y la Vía de la Conciliación, saludando a los 35 mil fieles presentes, como una despedida inesperada​. Muchos lloraban viéndolo pasar lentamente entre la multitud, intuyendo que podía ser su último acto público.

Y efectivamente, al día siguiente, 21 de abril de 2025, lunes del Ángel, a las 7:35 de la mañana, el Papa Francisco falleció en la paz del Señor. El cardenal Kevin Farrell, camarlengo de la Iglesia, anunció con voz entrecortada: “Con profundo dolor debo anunciar que nuestro Santo Padre Francisco ha vuelto a la Casa del Padre...”​. Tenía 88 años. Sus casi 12 años de pontificado habían llegado a su fin. En su comunicado, el camarlengo destacó: “Toda su vida estuvo dedicada al servicio del Señor y de Su Iglesia. Nos enseñó a vivir los valores del Evangelio con fidelidad, coraje y amor universal, especialmente en favor de los más pobres y marginados”​. Era el reconocimiento exacto de su legado.

El mundo entero, más allá de credos, lamentó la partida de este Papa del pueblo. Miles desfilaron ante sus restos en la basílica de San Pedro para darle el último adiós. Francisco había dispuesto funerales simples – “por favor, nada pomposo”, había pedido – y ser enterrado no en las grutas vaticanas, sino en la Basílica de Santa María la Mayor, junto a la imagen de la Virgen Salus Populi Romani a la que tanto rezó. Así se hizo. Roma despidió a su Obispo con honores, y los pobres, migrantes y sencillos llevaron flores y cartas de agradecimiento. En Buenos Aires, en la villa 21, un mural pintado en vida de Francisco mostraba al Papa sonriendo con su mate en la mano; allí se reunieron muchos vecinos a rezar el rosario por “el Papa villero”.

Termina así la historia terrenal de Jorge Mario Bergoglio – el Papa Francisco – pero empieza el legado. Su pontificado dejó una huella imborrable: una Iglesia más cercana a las periferias, que se atreve a “hacer lío” para anunciar el Evangelio; una institución que busca purificarse de sus propias sombras y tender puentes en lugar de levantar muros. Francisco será recordado como el Papa que nos recordó que “todos somos hermanos”, que la misericordia es la mayor de las virtudes y que la voz de los pobres contiene sabiduría para toda la humanidad. Citando sus propias palabras: “¡No se olviden de rezar por mí!”, solía decir en cada encuentro. Hoy, millones siguen rezando por él, con gratitud, sabiendo que su testimonio de fe humilde y amorosa seguirá inspirando a la Iglesia y al mundo en los años por venir.

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